martes, 29 de noviembre de 2011

{Reseña del video juego indie} "1916 -- Der unbekannte Krieg"


El juego indie titulado "1916 -- Der unbekannte Krieg" (1916 -- La guerra que nunca conociste)  fue creado por estudiantes de Dinamarca en la academia DADIU (Det Danske Akademi for Digital, Interaktiv Underholdning). A través de este juego virtual toma vida una visión esquizofrenica de tragedia y desesperación  dentro de la primera guerra mundial. Alli se pinta un monstruoso contexto su-real donde un joven soldado negocia las peligrosas trincheras húmedas en pleno conflicto global. Como único sobreviviente de su pelotón, debe recorrer la espesa niebla de gas venenoso, casi sin municiones ya, mientras su percepción se va distorsionando. "La guerra que nunca conociste" te invita a explorar un caos cognitivo escalofriante, logrando crear (con relativamente pocos recursos ambientales digitales) una sensación de enajenación y ansiedad en el jugador.


El juego te lanza a unas solitarias trincheras, a través de un first person raromezclado con ciertas propiedades de absurdismo-horror-noir, donde tu objetivo es simple: encuentra las escaleras que te saquen del infierno belico. 



No esperes jugar Der unbekannte Krieg como un first person usual (al estilo Halo, Call of Duty), ya que no es un FPS, más bien, Der unbekannte Krieges, es un first person avoider, donde tu tarea principal es sobrevivir el horror, ocultándote de los enemigos mientras transitas como soldado esquizo por los laberintos de la beligerancia extrema y la locura hecha ley externa.


Instrucciones para jugar:
1) Encuentra la escalera
2) Evita que te maten

Controles:
Movimiento - teclas WASD
Correr - tecla Shift
Interactuar - tecla E
Objervar - mouse


miércoles, 23 de noviembre de 2011

Conversaciones del limbo y otros mitos ‘II’ | Daniel Pommers

2
Gramsci y el museo de los fragmentos


            Desde el cautiverio al que fue obligado, Antonio Gramsci, reflexionaría sobre la Italia de Mussolini, a su vez edificando lo que más adelante serviría como base para influenciar a la extensa casta de pensadores marxistas que siguieron sus teorías.  Bastante de aquellas preocupaciones, vividas durante su encarcelamiento, fueron recopiladas posteriormente en, Los cuadernos de la cárcel; humildemente podemos decir que esas anotaciones parecerían haber sido fruto de una espléndida perspicacia, como si numerosos fantasmas del futuro hubieran visitado la celda del filósofo con el claro propósito de hacerle compañía durante el tiempo que faltaba por cumplir la sentencia del hombre hasta llegar el día de su liberación.  En una de las reflexiones, Gramsci, le hace frente a la problemática existente entre la concepción del folklore y su propagación por parte del Estado, versus, el folklore según suponía ser entendido por el maestro y su posicionamiento frente a la moral y las costumbres del pueblo; o sea, la enseñanza que debería estar gobernada por una voluntad intelectual o (al contrario) como una estela del propio Estado por consecuencia directa de funcionar para él, así como para sus formas de interpretar los referentes culturales y su cualidad para la manipulación. Gramsci, escribe:

"El estado tiene su propia concepción de la vida y trata de difundirla: es su tarea y su deber.  Esta difusión no ocurre sobre una tabula rasa; entra en competencia y choca, por ejemplo, con el folklore y "debe" superarlo.  Conocer el folklore significa para el maestro conocer cuáles otras concepciones actúan en la formación intelectual y moral de las generaciones jóvenes."

            Reconociendo en el folklore el valor de su importe como una modalidad más para contrarrestar su virtud en los elementos culturales correspondientes a cada nación, elementos que podrían ser efectivos para desarrollar algún grado de hegemonía en el escenario de lo humano, más allá de concebir tales fragmentos como simples vivencias y relatos movidos por la curiosidad y por entenderles únicamente como muestras del distanciamiento, siendo, una rareza más, hablaríamos entonces de su carácter serio para servir como generador de realidades ─según Gramsci afirmaba─ y qué implicaría para nosotros el concepto de folklore una vez hayamos trabajado su aceptación como una totalidad, relacionándonos con su verdadera seriedad, la cual habríamos de percibir conforme a ese folklore.
            
          Tan acertada ha sido la premisa que, hoy día, alrededor del mundo, encontramos en el mercado libre y en sus inicuos paros cardíacos perpetrados sobre la humanidad, el presente quehacer ultra fronterizo de la desarticulación y el embrutecimiento; sin embargo, esa corriente actualmente ha fallado, sencillamente, ha dejado de ser viable el remedio que engulle a la mayoría de los estados dentro de los parámetros que las autocracias culturales habían logrado calcar en ellos.  Esto porque, ahora, siendo huérfanos sin la cobertura de los grandes zoológicos regiomentalistas que conocimos a través del pasado siglo y hasta el momento, ahora es cuando presenciamos la adversidad que viene como resultado de las maniobras administrativas que poco a poco fueron tragándose a las potencias mundiales; cada día, descubriendo nuevas heridas debido a los poderes que los propios gobiernos comprometieron ante los distintos gremios del crédito, de los préstamos, bonos, altos intereses y de los bienes que, prácticamente, fueron rendidos ante los pies de Wall Street, de las compañías aseguradoras, del FMI y de otros tantos panfletos del neoliberalismo. 
            
            Esa capacidad de los estados para la autodestrucción, haciéndose invisibles entre las usuales transacciones a puertas cerradas, ha venido a darnos un duro golpe, pero, también ofrece a los ciudadanos de cada región del mundo la oportunidad de precaver su hundimiento junto a los antiguos zoológicos de la acción: esos sistemas que ahora batallan contra la crisis global y por su sustentabilidad.  Por es posible cuestionarnos la siguiente pregunta, ¿cómo navegar nuestra embarcación hacia mejores horizontes y apoyándonos en los infinitos museos que hemos creado como humanidad?  Innegablemente, hacer del folklore nuestro deber y gestionar su eterna conquista, sería una excelente tarea; encargo del cual, Gramsci, opinaba lo siguiente:

"El folklore sólo puede ser comprendido como reflejo de las condiciones de vida del pueblo (...) La moral del pueblo y las costumbres están estrechamente ligadas, como la superstición, a sus creencias religiosas reales: existen imperativos, que son mucho más fuertes y tenaces que los de la moral kantiana."

domingo, 20 de noviembre de 2011

Conversaciones del limbo y otros mitos | Daniel Pommers


1
Freud y la eterna búsqueda

Según, Freud, hay una antigua fragilidad ocupando la base de todo organismo inclusive sometiéndole frente a las topografías de su propia humanidad, en ocasiones a expensas del dinamismo provocado por regulaciones culturales o mediante las estrategias de los tantos acueductos estatales que funcionan en él, recíproca y cuasi naturalmente.  En relación a este módulo de convivencia y el malestar que origina, Freud, escribe lo siguiente:

"Nunca dominaremos completamente la naturaleza; nuestro organismo, él mismo parte de ella, será siempre una forma perecedera, limitada en su adaptación y operación.  Pero este conocimiento no tiene un efecto paralizante; al contrario, indica el camino a nuestra actividad."

Es curioso que en sólo dos oraciones, Freud, lograse englobar simultáneamente al maleficio de nuestro destino como criaturas resignadas al actual hundimiento del mundo, así como su esperanza; esto porque, aun padeciendo del germen cultural de la inestabilidad y el desasosiego, hoy día sí es posible reconocer cuáles miserias podrían ser consideradas tal vez por su cualidad de jamaquearnos, tornándose en una especie de enhancer de la realidad consecuentemente catapultando en nosotros una mejor o más favorable organización para la supervivencia.  Así, también se hacen evidentes otras miserias (normas, según Freud decía) que, irremediablemente, deberían ser halladas, tajeadas y extirpadas de nuestro organismo; pues, el mero hecho de permitir su continuidad en los mundos que somos, significaría darle rienda suelta al sufrimiento y a las ambivalencias que nos mantienen cautivos: en ese ambicionar sin humanidad, nunca siendo invencibles.

Por tal razón, de todas las luchas obligatorias, la que nos exige pronto diligenciamiento es esa que se apodera del flujo de las economías informativas; confrontándonos ante siglos de transición entre los ámbitos paganos y otros circuitos, idos en la carreta de la religiosidad a morar en el limbo junto a las vanguardias, los neuróticos, gobiernos, ejércitos y a los tantos desastres operacionales que fueron confeccionados por la propia voluntad de la humanidad.

De esta manera y procurando llevar en todo momento los anteojos más regios, primordialmente, tendríamos que escudriñar las vísceras de cada referente (aunque este haya sido explorado con anterioridad) para luego extraer los gérmenes que posibiliten nuestro fortalecimiento; así, la contienda para apropiarnos de cada una de las tecnologías y las maniobras clave para que logremos mantenerlas bajo custodia, podrían ser nuestras únicas esperanzas de sustentabilidad luego de que las grandes potencias corporativas de control civil y estatal sufran su inevitable apocalipsis. Porque, sinceramente, preferiría tener la potestad para canjear data y bienes con otro sobreviviente que, por el contrario, a vernos nuevamente en la obligación de incursionar en el tedio y peligro que las oceánicas telarañas del Poder, siempre diseñadas para protegerse de nuestra humanidad.