domingo, 9 de septiembre de 2012

{catá/logo de un dios} por Nadya M. Echevarría

Privatizan los caudales aprobando leyes conspiratorias a una trampa mayor. Siempre hay una trampa mayor en el orden ontológico de quienes dictaminan caminos “transitorios”. Caminando recuerdo a una antigua amiga de la pontificia cuando en las mañanas antes de que el ecuatoriano nos hablara de Kant y del ahorro de las servilletas en Alemania me hacía siempre la misma pregunta…, Si Dios creó todo ¿quién creó a Dios? Mi cabeza se hallaba girando gomosamente por alguna galaxia polvorienta buscando algún dios. Yo quería estar en medio de la sintaxis para espiar al verbo en el momentum exacto: ¿tendrá manos? ¿tendrá matriz? ¿fornicará con otro dios? ¿será un gay espacial? ¿será mujer? Déjate de cosas… Yo no sabía a qué maldecía cada vez que alguna leprosa rabia me envenenaba la garganta. 

Como una nave que se hace a la mar. Te diría que hay caminos que llevan más lejos cuando de pronto intentas hablar y te muerdes la lengua y te tragas el mismo veneno por la barrera puesta cada cuanto se provoca una respuesta, siempre ahí tan detenida por un Uno lógico. La causa de causas de un Ser primero que no fue creado, porque fue quien se pensó a sí mismo y se hizo sujeto ordenador desde sí hacia ti, en otro momento anterior a tu aprender de sílabas y a tu oído que recién se acostumbraba el recitar de los pájaros sin jaula. Siento en los labios un ardor por un querer sentirme,te,nos,le,la a ver si se viene el mundo encima con sus historias sofocando posibilidades. El gusto de occidente por depredarnos nos hace parte de finalidades que no empezamos porque no nos dejaron. Por una posibilidad: fuimos creadas desde antiguos gobiernos donde tributamos cada trozo de nuestras mentes. Prohibiendo paladares nos alejaron de nuestros propios cuerpos. Siempre en movimientos perfectos sostenimos la suma razón recolectada en tratados de una misma ficción repetida de hombre a hombre. 

Si me dices a mi, te digo que ese quien no es lo que importa sino cómo, cómo la noción de caos se tergiversa para empujar un diseño mundial y cósmico idealizado con un acto original como pretexto de configurar nuestras partículas a su modo. Con técnicas, leyes, reglas de sociedad, asecho, normalización y control. Mentes que nos conciben como propiedad, primero de Dios luego del estado y del esposo. Bienes de servicio, se naturalizaron roles con tal de que dejásemos en ellos nuestra completa ambición, apetito y poder, para hacer de estos inocentes artefactos de repetición, pautas sin el peligro para los poderosos de que pudiésemos imaginar crianzas distintas que no apabullen ardores de ciencia, fe en nuestras abstracciones y en nuestra cantera mística adonde transmutar la química de los valores que sostienen los días. He ahí el vacío que no llenan las memorias felices ni navidades llenas de abrazos. Dónde hallar ese sentido de totalidad y plenitud que no colman los cursos de yoga y neo budismo zen?

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