viernes, 11 de enero de 2013

La serpiente que duerme adentro | Daniel Pommers


Veintiuna, 
así le dicen a ese demonio.


se conocen de borracheras crecidas, sin atasco,
de una ebriedad rica, del quitasol, del tacto brisa a lo broquel

son dos descifrando el plaf, el mareo fresco.

son dos que buscan compañía. son dos barrigas de serpiente
conversando, afuera, repentinas; se piden maullidos, se hablan.
así son serpientes y se ungieron entre nadie.
cuando encuentran sentencia se amanecen, se mueven a otra estrella,
se desgarran; porque hay rabias maleficios de gente larva, de chispas obsesas,
de muertos del recaudo, de criaturas que viven en pesadillas.

en ellos hay ondas diseñadas perfectamente como pisadas de un embrujo.
en ellos hay grietas, hay rostro, hay hurto pacífico de memorias que
van corriendo descalzas por la cocina, los sofás, en la terraza
y se miran como lo hacen los niños al nacer con sus memorias de Dios
y del origen de sus familias. son dos porque sus serpientes vienen guardadas,
son inmediatas a una sonrisa, sin ropas ni navajas.

son con bocas hacha, como ciudades
como casa de todos; aunque sean en
el estómago de otro cuerpo son recompensa.

en ellos hay seres de luz, imperios de mares sinnúmero
son juntos viviendo del rastreo cerril, de maretas asesinas,
de botellas, de vino, de un poco de langosta, de champán, de ascensores,
de teléfonos, de una multitud que brilla y se despierta en la madrugada.

son dos, y toda la noche se abre borracha frente a ellos.

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