"Más allá del delirio que fluye y borbotea bajo esta piel que alambica visiones tecnicolor..."
:::: Dentro de nosotras existe un flujo de conocimiento. Mediante él desarrollamos estados subjetivos que intercambiamos. Construimos un dispositivo que instalamos en el tejido bajo nuestras faldas. El punto de su acción procede de la idea clara de que moriremos. El selector atrae elementos del universo, los hace girar en el pensamiento y chocar entre sí haciendo vibrar todo su núcleo energético. El intento empuja, forcejea, golpea, presiona, tritura, tira y afloja, rompe, junta y aúna. Separa y completa allí, donde la estructura energética se estremece, se dobla…se resiste, se rompe, se quiebra, se afina, se templa. En el acto rompemos con los parámetros cotidianos que cohesionan nuestra visión obligándola a ser unilinear. Ponemos un fin a la persona que eramos antes de acelerar el dispositivo y la convertimos en una nueva. El proceso culmina en manantial y éxtasis puro. Se aprovecha este tiempo para reforzar un estado posterior de silencio interno. Si nos quedamos dormidas ponemos en práctica el ensueño y a la puerta a esa otra segunda realidad se dejamos el yo como una ilusión falsa para una fluidez de pensamientos, sin pensador. Esto lo aprendimos en un viaje donde conocimos a un chamán que nos invitó a su casa de árbol. Nos habló de como lo que se extingue es sólo un falso punto de vista. Nada cambia sino la perspectiva del observador. Dijo además que ese cambio de punto de dirección (en las afueras del yo) envuelve dolor, que no es mera liberación sino también un paso hacia un sentimiento oceánico. Una violenta experiencia de perder el piso de ese nuestro Ser. Por eso partir desde la muerte y por eso atraer lo elemental por lo que sufrimos. Mover el punto de dirección provoca cambios perceptivos en nuestros sistemas de comprensión de ese mundo en el que hay que maniobrar ejercitando un control y una fuerza interna.
[Escrito por Nadya M. Echevarría]