viernes, 21 de junio de 2013

Affidávit del autor 'II' | Daniel Pommers

Número dos



Y pasó la mañana,
y pasó la agonía de la tarde muriéndose en el fondo de un lirio, 
y pasó la alba noche resbalando en los astros, 
y pasó la extasiada juventud de la aurora 
exhibiéndose en pétalos 
y paso mi letargo...
−Julia de Burgos, Donde comienzas tú



Preludio a una breve configuración del récord isleño



Pensemos que las mercancías isleñas se hastiaron de coincidir con las secuelas de su usual bancarrota. Que luego de preferir el oficio de un orden ecuménico y su peroración hacia nuevas identidades, programadas para abrirse a la multiplicidad, se tropezaron con la realidad de que ya habían transcurrido más de treinta años de revolución cultural sin haber podido desactivar los elementos que atrofian los saberes adquisitivos de lo social y su flujo de bienes. La desigualdad ocasionada por estrategias y economías de lo absoluto continúa siendo la base de los trastornos en la isla. El cambio que antes se percibía como un mérito cierto para la sociedad fue desintegrándose desde los años sesenta, todavía hoy, el acoso de confrontarse con la historicidad de este ánimo generacional y su hundimiento podría funcionar, en la sensibilidad de algunos, como un llamado a desacreditar el tejido de quienes se han dedicado al oficio de lo cultural; si su diagnostico fuese este, le aclaro que no hay hostilidad en trazar lo que significamos como sujetos de una categoría esencial a ser revisada.


Al imaginar las arcas isleñas como otra aldea más en conflicto, entendemos que nuestra productividad cultural en efecto sí hizo el diagnóstico para que a las generaciones venideras les fuera posible computar maniobras de resistencia. Aun cuando las mercancías de lo real se distribuyen por encima de los circuitos neoliberales sin frenar el empuje de sus políticas de marginación. Tampoco cancelan su efecto en el orden ideológico de los actores sociales, pues la propia negación de singularidad entre las nuevas mercancías y su consumo, hasta el momento ha sido obtenida a raíz de la misma decadencia producida por la falta de garantizar un código persuasivo: uno que establezca en ambos la cadencia para alterar esta relación cuasi natural que conocemos bajo el control invisible funcionando en los regímenes extraoficiales de la sociedad puertorriqueña.

El éxito del módulo tecnocrático y su estrategia para fabricar doctrinas cero se hace una victoria constante ya que, al haberse distinguido excomulgando repentinamente los fines de la mayoría, también debilitó a cada uno de los gremios de resistencia que estuvieron laborando desde sus disciplinas situándose bajo la propia desigualdad del neoliberalismo; sin obtener remuneración por sus esfuerzos de reorganizar el esquema normativo durante las décadas del ochenta y el noventa, nuestros gremios de la multiplicidad fueron atrincherados junto a sus mercancías, en el horizonte empresarial, pigmentándose por los mismos condominios de represión que les ofreció el medicamento para funcionar como tecnócratas. Ya no pueden ser vistos como identidades para espolear la desigualdad de lo social isleño ni para proporcionar vías o escenarios de trascendencia que también permitan la adquisición de recursos en aldeas afuera del dinamismo corporativo. Su inmersión en esta amaritud que anteriormente denunciaban mediante retóricas ideológicas de la resistencia no es una sorpresa, toda generación guarda una relación simbiótica con su enemigo; al aislarse de las aldeas que los circundaban acabaron siendo entusiastas del problema social. Conocemos de algunos circuitos que estuvieron a punto de extinguirse y de otros que, simplemente, todavía responden a una maniática voluntad de blandirse como lacras en el sueldo colonial; sin embargo, al sol de hoy las limitaciones de producción siguen sirviéndose de dispositivos enajenantes para fraccionar a la mayoría. 

Ahora pensemos que el autor puertorriqueño Emilio S. Belaval escribió Cuentos para fomentar el turismo con la nomenclatura correcta para afianzar descendencia a una estirpe secreta de resistencia cultural. Digamos que la identidad es una  orientación que intercadentemente necesita el visto bueno de sus sujetos. . . 

Es momento para intervenir con la superfluidad de los atracos serenos con los cuales se ha manchado la posibilidad de diseñar un verdadero mantenimiento de lo social revolucionario pues, habiendo experimentado ya la totalidad de las deficiencias de producción, es posible establecerse en el circuito de otra configuración isleña. Una que funcione para despojarnos del pasatiempo actual de la exclusividad y que a su vez consolide la productividad literaria, fortaleciendo nuestras mercancías y asegurándoles autonomía frente al régimen tecnocrático. De manera que todas y cada una de las mercancías isleñas/caribeñas en efecto sean valoradas como proyectos transfronterizos.  


“Dadme una generación que hable la verdad y yo os daré una generación que haga el bien."


Eugenio María De Hostos


                                                                 Continúa. . .