viernes, 8 de octubre de 2010

De la muerte por rendimiento | Daniel Pommers


De la muerte por rendimiento

El Vesubio de la bandera y la biblia luego para eso de la metralleta el uno y el otro pueden fulminar. Cuando la estrella es solo una, se despliega ante el ojo, siempre recóndito de: los artificios para el soporte la biología la contrariedad la masacre dejar telarañas micro recovecos de huesos que se vuelven trinchera: Volverse trinchera para que un buen día, un día glorioso, nosotros los engendros del Vesubio salgamos catapultados expulsados disparados hacia un mejor porvenir. Entonces esas cosas como el dolor y la insuficiencia se las van a ver negras ante la guerra y la resistencia y la táctica y la camaradería y la habitación sin puertas y, la casa abierta pero es, como tan maravilloso, como de tanta muerte. Y esa esfera burbujeante del vínculo y del solidario puede vérselas negras: depende del depende y, contaminada nuestra voluntad, apostar a la victoria puede inflar y exhalar antes de tiempo los hechos. Con la historia de Dios, del Caribe, de batallas: No se puede apostar a absolutamente nada. Es increíble. Nadie puede creerlo, pero la vértebra está caducando en lapsos tartamudos lapsos que permutan vida por lo otro. Y en esa importación se entiende que: La muerte y lo que es la muerte y el eco de la muerte se hacen colonia de la bilogía y de la baraja que son los días. el bache. el epílogo. la epidemia. el mausoleo. el hecho. la frustración. el guardapolvos. las contaminadas repercusiones de la vida. el insoportable disgusto de vivir a medio vivir y, sin tener, sin hurgar en ningún hueco, tiempo, semilla, beso, estruendo y, reflexionando sobre nuestros espacios para el resentimiento, para el olvido, para las cosas que somos, para darnos una cerveza-cigarrillo-abrazo-intercambio- de lo que sea, cuando el ungüento que nos administramos esta hueco de sentido, se estropea el mundo y con el mundo se vuelven basura los apartados que, siendo apartados para el vínculo entre nosotros, los humanos que nos rendimos y, que nos convertimos en trinchera: la conversión hacia trenes descarrilados violentos estropeados solos rencorosos, como que se hace más fácil -desentenderse- agudo -el trato- por lo que es más sensato, a mi entender, tener un pie en un mar calmado y otro pie en un lago maloliente: pues para cuando se estrellen en nuestros ojos los microrecóbecos de otras vidas y nos conviertan en microaparatos disparatados de vidas para el daño de otras vidas, pues, estar preparado es más conveniente: Mejor preparado. Mejores días vendrán.

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