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Gramsci y el museo de los fragmentos
Desde el cautiverio al que fue obligado, Antonio Gramsci, reflexionaría sobre la Italia de Mussolini, a su vez edificando lo que más adelante serviría como base para influenciar a la extensa casta de pensadores marxistas que siguieron sus teorías. Bastante de aquellas preocupaciones, vividas durante su encarcelamiento, fueron recopiladas posteriormente en, Los cuadernos de la cárcel; humildemente podemos decir que esas anotaciones parecerían haber sido fruto de una espléndida perspicacia, como si numerosos fantasmas del futuro hubieran visitado la celda del filósofo con el claro propósito de hacerle compañía durante el tiempo que faltaba por cumplir la sentencia del hombre hasta llegar el día de su liberación. En una de las reflexiones, Gramsci, le hace frente a la problemática existente entre la concepción del folklore y su propagación por parte del Estado, versus, el folklore según suponía ser entendido por el maestro y su posicionamiento frente a la moral y las costumbres del pueblo; o sea, la enseñanza que debería estar gobernada por una voluntad intelectual o (al contrario) como una estela del propio Estado por consecuencia directa de funcionar para él, así como para sus formas de interpretar los referentes culturales y su cualidad para la manipulación. Gramsci, escribe:
"El estado tiene su propia concepción de la vida y trata de difundirla: es su tarea y su deber. Esta difusión no ocurre sobre una tabula rasa; entra en competencia y choca, por ejemplo, con el folklore y "debe" superarlo. Conocer el folklore significa para el maestro conocer cuáles otras concepciones actúan en la formación intelectual y moral de las generaciones jóvenes."
Reconociendo en el folklore el valor de su importe como una modalidad más para contrarrestar su virtud en los elementos culturales correspondientes a cada nación, elementos que podrían ser efectivos para desarrollar algún grado de hegemonía en el escenario de lo humano, más allá de concebir tales fragmentos como simples vivencias y relatos movidos por la curiosidad y por entenderles únicamente como muestras del distanciamiento, siendo, una rareza más, hablaríamos entonces de su carácter serio para servir como generador de realidades ─según Gramsci afirmaba─ y qué implicaría para nosotros el concepto de folklore una vez hayamos trabajado su aceptación como una totalidad, relacionándonos con su verdadera seriedad, la cual habríamos de percibir conforme a ese folklore.
Tan acertada ha sido la premisa que, hoy día, alrededor del mundo, encontramos en el mercado libre y en sus inicuos paros cardíacos perpetrados sobre la humanidad, el presente quehacer ultra fronterizo de la desarticulación y el embrutecimiento; sin embargo, esa corriente actualmente ha fallado, sencillamente, ha dejado de ser viable el remedio que engulle a la mayoría de los estados dentro de los parámetros que las autocracias culturales habían logrado calcar en ellos. Esto porque, ahora, siendo huérfanos sin la cobertura de los grandes zoológicos regiomentalistas que conocimos a través del pasado siglo y hasta el momento, ahora es cuando presenciamos la adversidad que viene como resultado de las maniobras administrativas que poco a poco fueron tragándose a las potencias mundiales; cada día, descubriendo nuevas heridas debido a los poderes que los propios gobiernos comprometieron ante los distintos gremios del crédito, de los préstamos, bonos, altos intereses y de los bienes que, prácticamente, fueron rendidos ante los pies de Wall Street, de las compañías aseguradoras, del FMI y de otros tantos panfletos del neoliberalismo.
Esa capacidad de los estados para la autodestrucción, haciéndose invisibles entre las usuales transacciones a puertas cerradas, ha venido a darnos un duro golpe, pero, también ofrece a los ciudadanos de cada región del mundo la oportunidad de precaver su hundimiento junto a los antiguos zoológicos de la acción: esos sistemas que ahora batallan contra la crisis global y por su sustentabilidad. Por es posible cuestionarnos la siguiente pregunta, ¿cómo navegar nuestra embarcación hacia mejores horizontes y apoyándonos en los infinitos museos que hemos creado como humanidad? Innegablemente, hacer del folklore nuestro deber y gestionar su eterna conquista, sería una excelente tarea; encargo del cual, Gramsci, opinaba lo siguiente:
"El folklore sólo puede ser comprendido como reflejo de las condiciones de vida del pueblo (...) La moral del pueblo y las costumbres están estrechamente ligadas, como la superstición, a sus creencias religiosas reales: existen imperativos, que son mucho más fuertes y tenaces que los de la moral kantiana."