I
Decido escribir esto, por que...
No quiero olvidarlo
No quiero olvidarlo por que...
Aún soy lo suficientemente estúpida como
para creer que algún día podré hacer una variante de la siguiente estupidez –
valga la redundancia –
La siguiente es una fantasía, que muy
probablemente sea “pinky” para la mayoría.
Lo que no debería importarme, ya que nadie más ha de leerla...
Es la más hermosa espalda que jamás había
visto. Hombros anchos, omóplatos
definidos y columna perfecta, debidamente acompañadas por unos músculos y
tendones que solo añadían inmensidad, bajo una piel hermosamente bañada por el
sol. Desnudo hasta la cintura, con sus
brazos extendidos, sujeto por cadenas colgantes del techo, pies igualmente
inmovilizados dentro de unos pantalones de cuero y unas botas para matar por
ellas. Hermoso..., con sus divinos ojos
verdes vendados...
El juego era sencillo. Para desatar al bello, y ganar sus “afectos”,
todas las chicas del “reino” tenían una oportunidad para impresionarlo. Para hacerlo más “divertido”, había que
seducirle si quitarle los pantalones, y como la “humildad en persona” argumentó
que podría reconocer a cualquiera sin necesidad de verle, se ganó una venda en
sus ojos...
Sin verle la cara sabía que estaba
exhausto. Que la idea de la venda, que pareció divertida al principio, le había
explotado en la cara, casi literalmente, porque aunque su oído era privilegiado
– después de todo era músico – aparentemente la mayoría de las chicas se habían
vestido para la ocasión y no podía
verlas. Sabía que por la calidad de
neuronas envueltas – y por ende la ineficiente alocución de los sujetos en
cuestión - habría matado por que alguien se le ocurriera hacer trampa y dejarle
mirar la espectacular colección de primavera de “Victoria Secrets” que desfiló
frente a él... todas “size” 2, por supuesto...
Pero todas decidieron castigar al
engreído. Después de todo la idea del
“jueguito estúpido”, fue de él. El
argumentar que algunas, con gusto, habrían saltado a su cama sin reserva de
compañía explica por que decidieron castigarlo y seguir sus “reglitas “...
después de todo había tiempo demás para “domarlo”.
Gracias a estos detalles, la bestia tuvo un
tiempo con el bello. Es estúpido, pero
tener la oportunidad de contemplar aquella hermosa espalda, que nada tenía que
envidiarle a las tallas de mármol de Miguel Ángel, daban ganas de llorar. Habría deseado recorrer mis manos por aquella
bronceada piel y besar cada centímetro de ella, pero el tiempo era el enemigo,
y cronos generalmente no juega limpio.
(Carajo si se comió a los hijos, que no me hará a mí.) Estaba agotado y
no notaría pronto que la última de sus torturadoras oficiales ya había salido
de su vida... Preguntó quien era, ya que
solo mi respiración podría escuchar y solo un suave sush recibió de mi
parte. Escucho un pomo abrirse, y pude
ver como su espalda se tensó – posiblemente estaba harto de los aceites
incandescentes con aromaterapia – en su lugar, luego de unos segundos, el olor
a chocolate invadió sus sistemas. Pude
verlo y oírle inhalar mientras una pequeña sonrisa de niño goloso se asomaba en
su cara, volteó, como tratando de ver, pero desistió. Exhalo lentamente y sus brazos liberaron una
tensión que, hasta entonces no había sido aparente ni para sí mismo.
Acerque una silla, ya que mi estatura no me
permitía realizar la tarea deseada. Con una pequeña y delicada brocha, en un
lento, fluido y preciso movimiento dibujé sobre su omoplato izquierdo un
generoso corazón de chocolate, que se levantaba de su piel un milímetro. Pude ver como su piel se erizaba y como se
tensaba nuevamente su espalda y mis labios imitaron su sonrisa.
Baje de la silla para depositar el
chocolate y la brocha en una mesita de noche. Me detuve a observarlo medio
segundo antes de proseguir. Nunca había
hecho semejante hazaña y pude sentir una punzada en el pecho al saber que nunca
tendría otra oportunidad como esa... Subí a la silla. Lenta y pausadamente,
procedí a remover el chocolate únicamente con mil labios, como si acariciara un
pétalo de rosa – al principio no toque su piel, y pude escuchar un quejido de
protesta ¿lo estaba aburriendo? Me
detuve a inhalar el olor del chocolate, y al entender que probablemente esta
tortura era la más insípida, la más infantil de todas, una lagrima silenciosa
recorrió mi mejilla. Lentamente dejé que
mis labios probaran su piel sabor sol y mar junto con el más fabuloso chocolate
obscuro. Me permití llorar y ver
deslizar una lágrima sobre su piel, pues sabía que nunca más tendría la
oportunidad de saborear a un dios en la tierra.
Una vez acabada la travesura, solté sus
piernas, y antes de salir, liberé los tensores que se soltaron al cerrarse la
puerta. Estaba hecho. Respiré profundo
mientras caminaba por el pasillo al cuarto técnico, donde me aseguré que nadie
me había visto y que efectivamente se encontraba libre de sus ataduras. Reajuste las grabaciones de seguridad – nadie
nunca sabría que el técnico tres era una fémina, sobre todo por que Andrea se
encontraba en Cancún con la concursante #5, que resultó ser su jeva de la escuela
y le pidió a su tocaya que le salvara el cuello sustituyéndole en una estupidez
(Nota: matar al tocayo, si salgo de esta con vida y cuerda).
Podría imaginar un final feliz para esta
estupidez, pero vamos, cuando en esta vida un cuerpo perfecto siquiera ha visto
a alguien como yo. Podría imaginarlo...
pero no quiero llorar sobre el teclado soñando con cosas que nunca serán.
El músico no existe.
No tengo las agallas ni para pedir un beso,
vamos, ni para robar un beso, menos las tengo para jugar con chocolate sobre la
piel de otro – quien posiblemente se aburrirá de lo lindo.
Escribo esto para no olvidar que, a veces,
daría la vida por sentir unos labios sobre mi piel...