viernes, 2 de agosto de 2013

{Decido escribir esto, por que... No quiero olvidarlo} por Maribel Rosario Cartagena




I
Decido escribir esto, por que...
No quiero olvidarlo

No quiero olvidarlo por que...
Aún soy lo suficientemente estúpida como para creer que algún día podré hacer una variante de la siguiente estupidez – valga la redundancia –
La siguiente es una fantasía, que muy probablemente sea “pinky” para la mayoría.  Lo que no debería importarme, ya que nadie más ha de leerla...

Es la más hermosa espalda que jamás había visto.  Hombros anchos, omóplatos definidos y columna perfecta, debidamente acompañadas por unos músculos y tendones que solo añadían inmensidad, bajo una piel hermosamente bañada por el sol.  Desnudo hasta la cintura, con sus brazos extendidos, sujeto por cadenas colgantes del techo, pies igualmente inmovilizados dentro de unos pantalones de cuero y unas botas para matar por ellas.  Hermoso..., con sus divinos ojos verdes vendados...

El juego era sencillo.  Para desatar al bello, y ganar sus “afectos”, todas las chicas del “reino” tenían una oportunidad para impresionarlo.  Para hacerlo más “divertido”, había que seducirle si quitarle los pantalones, y como la “humildad en persona” argumentó que podría reconocer a cualquiera sin necesidad de verle, se ganó una venda en sus ojos...

Sin verle la cara sabía que estaba exhausto. Que la idea de la venda, que pareció divertida al principio, le había explotado en la cara, casi literalmente, porque aunque su oído era privilegiado – después de todo era músico – aparentemente la mayoría de las chicas se habían vestido para la ocasión  y no podía verlas.  Sabía que por la calidad de neuronas envueltas – y por ende la ineficiente alocución de los sujetos en cuestión - habría matado por que alguien se le ocurriera hacer trampa y dejarle mirar la espectacular colección de primavera de “Victoria Secrets” que desfiló frente a él... todas “size” 2, por supuesto...

Pero todas decidieron castigar al engreído. Después de todo la idea del “jueguito estúpido”, fue de él.  El argumentar que algunas, con gusto, habrían saltado a su cama sin reserva de compañía explica por que decidieron castigarlo y seguir sus “reglitas “... después de todo había tiempo demás para “domarlo”.

Gracias a estos detalles, la bestia tuvo un tiempo con el bello.  Es estúpido, pero tener la oportunidad de contemplar aquella hermosa espalda, que nada tenía que envidiarle a las tallas de mármol de Miguel Ángel, daban ganas de llorar.  Habría deseado recorrer mis manos por aquella bronceada piel y besar cada centímetro de ella, pero el tiempo era el enemigo, y cronos generalmente no juega limpio.  (Carajo si se comió a los hijos, que no me hará a mí.) Estaba agotado y no notaría pronto que la última de sus torturadoras oficiales ya había salido de su vida...  Preguntó quien era, ya que solo mi respiración podría escuchar y solo un suave sush recibió de mi parte.  Escucho un pomo abrirse, y pude ver como su espalda se tensó – posiblemente estaba harto de los aceites incandescentes con aromaterapia – en su lugar, luego de unos segundos, el olor a chocolate invadió sus sistemas.  Pude verlo y oírle inhalar mientras una pequeña sonrisa de niño goloso se asomaba en su cara, volteó, como tratando de ver, pero desistió.  Exhalo lentamente y sus brazos liberaron una tensión que, hasta entonces no había sido aparente ni para sí mismo.

Acerque una silla, ya que mi estatura no me permitía realizar la tarea deseada. Con una pequeña y delicada brocha, en un lento, fluido y preciso movimiento dibujé sobre su omoplato izquierdo un generoso corazón de chocolate, que se levantaba de su piel un milímetro.  Pude ver como su piel se erizaba y como se tensaba nuevamente su espalda y mis labios imitaron su sonrisa.

Baje de la silla para depositar el chocolate y la brocha en una mesita de noche. Me detuve a observarlo medio segundo antes de proseguir.  Nunca había hecho semejante hazaña y pude sentir una punzada en el pecho al saber que nunca tendría otra oportunidad como esa... Subí a la silla. Lenta y pausadamente, procedí a remover el chocolate únicamente con mil labios, como si acariciara un pétalo de rosa – al principio no toque su piel, y pude escuchar un quejido de protesta ¿lo estaba aburriendo?  Me detuve a inhalar el olor del chocolate, y al entender que probablemente esta tortura era la más insípida, la más infantil de todas, una lagrima silenciosa recorrió mi mejilla.  Lentamente dejé que mis labios probaran su piel sabor sol y mar junto con el más fabuloso chocolate obscuro.  Me permití llorar y ver deslizar una lágrima sobre su piel, pues sabía que nunca más tendría la oportunidad de saborear a un dios en la tierra.

Una vez acabada la travesura, solté sus piernas, y antes de salir, liberé los tensores que se soltaron al cerrarse la puerta.  Estaba hecho. Respiré profundo mientras caminaba por el pasillo al cuarto técnico, donde me aseguré que nadie me había visto y que efectivamente se encontraba libre de sus ataduras.  Reajuste las grabaciones de seguridad – nadie nunca sabría que el técnico tres era una fémina, sobre todo por que Andrea se encontraba en Cancún con la concursante #5, que resultó ser su jeva de la escuela y le pidió a su tocaya que le salvara el cuello sustituyéndole en una estupidez (Nota: matar al tocayo, si salgo de esta con vida y cuerda).

Podría imaginar un final feliz para esta estupidez, pero vamos, cuando en esta vida un cuerpo perfecto siquiera ha visto a alguien como yo.  Podría imaginarlo... pero no quiero llorar sobre el teclado soñando con cosas que nunca serán.

El músico no existe.

No tengo las agallas ni para pedir un beso, vamos, ni para robar un beso, menos las tengo para jugar con chocolate sobre la piel de otro – quien posiblemente se aburrirá de lo lindo.

Escribo esto para no olvidar que, a veces, daría la vida por sentir unos labios sobre mi piel...

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