En
mis sueños huyo de un corcel con sarna.
Aparece
como una epidemia, como algo podrido
como
un ser huérfano de humanidad. . . Sé que es una rata
(que
muerde y que me busca y que no descansa);
sé
que es el emperador de los ejércitos innombrables
sé
que debo esconderme porque ando perdido en su palacio
lo
sé porque viene espumado y se acerca desbocado hacia mí:
y
de repente puedo sentirlo rabioso hundiendo sus dientes en mi espalda.
Lo
veo correr mientras huyo pensando que es un diablo, que es puramente bello:
es
perfecto, todo lo que conozco de mis sueños lo hace suyo, se come mis pies;
él,
el emperador de las noches, nunca descansa, no puede entrar en su morada.
Así
vigila el palacio de los misterios: provocando un horror que solo los muertos
entienden, algunos muertos se entienden nuestros pues olvidaron su miedo.
El
corcel sangra brea por el hocico porque está protegiéndose,
no
busca ser jefe de maldiciones ni darle asilo a los intrusos;
labora
merodeando los jardines de su reino y se escapa de mí, está herido,
incluso
no se atreve a comer de los frutos que él mismo ha sembrado
solamente
viene a mí para ahuyentarme, entonces lo recuerdo, él se protege
del
apetito
de
los vagabundos
de
la gente sin nombre
así como yo.
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