miércoles, 28 de octubre de 2015

NO VEO, LAS AMANECIDAS | Daniel Pommers


nuestra cama ya no es nuestra
estamos sueltos
lo sé // lo sabes // lo sabemos
aunque soñar contigo es volver a ti en huida, lo hago,
me miro pintando la habitación solo y adolorido por las borracheras,
es creerme monstruo con llave de tuerca que asoma la barba a la ducha
dopándome a tiempo para buscarte en las palabras que nunca llegaron
pero en la noche las palabras vienen, repentinas, como disparos,
hirviéndose en mí hasta que despierto; entonces la consciencia regresa,
la veo goteando mis mentiras por el azul de estas paredes
haciéndose cómplice de las mujeres que una vez entraron en mi laberinto
las mujeres que llegaron a mí, estrellándose conmigo
que se atrevieron a salir de la habitación corriente, de la casa de dos pisos;
y aunque sus nombres sean misterios, se quedaron, aquí, donde les conocí,
entre las hojas de naranjo y el sol de una ventana, en el intento de tenerme
en su boca // en la cama // en hogares ocultos;
mientras sueño que eres mía veo tu boca cerrada, asustada, para ti
soy el triste−borracho−casto trasnochando tu sexo, intentándolo siempre.
¿cuándo olvidarás el rostro imberbe de tus difuntos?
¿de quiénes fueron los primeros relámpagos de tu juventud?
si la libertad medra con el favor de una aventura, posiblemente me olvides;
y aunque para ti mis reflejos sean figuras disfrazadas, malas despedidas,
te advierto que no conocerás hombres pues los hombres se fueron de cacería;
se atiborraron los sesos con un monstruo hambriento de humanidad.
los hombres en tu vida se hicieron aire, como corolarios,
arropados por una estupidez, por mendigar en la corrupción,
por irse a la boca de otras mujeres; según el cálculo de tus acosos,
el castigo es conocer de antemano la burla espacial del resultado:
que las obstinaciones y el reino de lo abominable nacen de ti.
somos hombres malamente // somos tufo de orina en las losetas.