![]() |
Le Café de nuit, Vincent van Gogh, Óleo sobre lienzo (1888) |
Domingo de Río Piedras
No hay nada más lindo
que vislumbrar los tejados
desde la ventana de tu apartamento
a la luz del Belguel King y los gritos
de un tecato.
Allá donde tu cuerpo se estira al igual
que tus gatos mientras la tetera azul neón
anuncia el café va a ser servido.
Allí en aquella mesa, lugar donde fantaseo
treparte y arquear tu espalda enrolo
un porro que tus blancas manos
encienden mientras cambio la canción.
Nos movemos de las cursilerías de Drexler
a un punk francés que descubrí hace una semana
y discutimos sobre los derechos trans
y el cómo en Puerto Rico apenas los negros
nos vemos.
Las horas pasan y la transferencia
de saliva por chocolates del especial
de Wolgrins no dan abasto
para llenarnos las panzas
de tensión y mariposas.
Mi celu suena. El deber me llama.
El silencio dice hola y tu cálida seca mirada
se convierte en desdén cuando
el sensor prende la luz que chotea
nuestras intenciones y otra noche
Turrón de Amapolas
La Chica en el Hostal zigzaguea entre llamadas,
el jefe jodiendo y el voluntario que yace muerto
a los pies de la alfombra.
Se cayó del segundo piso
en una jendía maltusiana
de esas que se hacen famosas
gracias a la indiferencia de
Mega TV.
El estrés la abacora, me dice que enrole.
Allá en el cuarto 2, donde reside mi botín
de guerra, pequeñas cosas que
se les quedan a los viajeros
y hago mías a la fuerza, me siento
con serenidad y calma a crear
mi próxima obra maestra.
Son las 7:30 de la mañana,
me acuerdo que hay café.
Ya con el amansaguapos en la oreja
me percato ha llegado la inepta,
sentada en mi asiento,
y al verme bajar dos tazas
de café se antoja de una tercera.
Subo, bajo, saludo a la alemana
que aún anda consternada por el shock
de hace unas horas mientras el turista canadiense
como si nada se va a hacer yoga
con la maratonista de Brasil que acaba de llegar
de su corrida full tropical por la arena de Ocean Park.
Esos dos hoy se chichan, más las tinas
del techo del hostal serán testigos
de los sucesos que predigo.
Ya con café en mano y
la ambulancia de camino
con el pobre chico que ha caído
del segundo piso
a la morgue más cercana
donde un representante del consulado
español espera el cadáver para comenzar
los trámites de repatriación,
la Chica del Hostal con santa calma
manda al jefe pal carajo y me invita a salir.
Yo accedo, soy también votado,
y me choguéo el café que ya frío
de tanta espera me despierta
hacia una nueva libertad.
Ya abajo, le paso mi obra maestra,
un 87/13 spliff puff puff gulú gulú y volamos.
Ella aspira, lo aguanta, lo transporta
por su pecoso cuello hasta los labios
recién pintados por el L’Oreal
Colour Riche Shine Lipstick 659
que se ha tumbado de mi botín de guerra.
“Te va a dar cangrena” le digo.
Me mira, sonríe, se pone la mano
en la boca y en una morisqueta horrorizada
me dice “oh no, que tragedia”.
Vuelve y aspira, aguanta y bota.
Me pasa la obra y me dice “vayámos a Tostado”.
Sonrío y le contesto con pícaro gesto de flirteador
profesional “solo si esta vez
no haces esperar el enfríe del café”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario