lunes, 5 de septiembre de 2011

AKIRA y la Iluminación: Disipación de Antagonismos en Neo-Tokio | Miguel Pruné


El filme Akira (1988) calca el avance de la regulación racional de la vida post apocaliptica, comenzando con una terrible explosión de energía que desencadenó una guerra nuclear que devastó las grandes ciudades del planeta. Treinta años después, sobre las ruinas de Tokio, se alza la megalópolis de Neo-Tokio. Se nos presenta una ciudad en funcionamiento, una ciudad repleta de conflictos (in)visibles, una polis colmada de antagonismos que la reconfiguran hacia crisis perpetúa. Las contradicciones que la rigen y la diferencian,  a su vez  continuamente recrean protocolos,  de cómo existir y relacionarte en la ciudad. Binarios que ofrecen todo el andamiaje necesario para manifestar un orden  masivo de vida. Natural-artificial, legal-ilegal, hombre-mujer, derecha-izquierda, burgués-proletariado, régimen político-régimen militar, ciencia-misticismo, maquina-humano, sano-insano, sujeto-objeto. Ninguna de estas categorías es libre de conflicto interno, cada grupo contiene dentro de si mismo fuerzas que chocan y causan cambios, mutaciones en el tejido social. El filme muestra el pulso de la megapolis mostrándo oposiciones claras, sus conflictos puestos en escena por una variedad de personajes en distintas estratas sociales. Todos en el gran teatro macabro, todos atados a los binarios de verdades/mentiras de la ciudadela. Las categorías duales posibilitan alguna forma de enajenación y explotación que a su ves provee un ordenamiento para la in-sana actividad de producción, ya sea estableciendo exactitudes para la producción, a nivel de distribución de trabajo, de roles, de identidades, en fin de  parámetros de verdades.

El filme muestra el pulso de la megapolis mostrándo oposiciones claras,
sus conflictos puestos en escena por una variedad
 de personajes en distintas estratas sociales.

Akira en ese sentido elabora una tesis del proyecto moderno de optimización y canalizacion de la vida, de tal forma la sociedad no es un apaciguador de conflictos, no es una ciudad de dios donde el progreso incrementa perennemente, un progreso histórico marchando hasta el fin de conflictos. Sino todo lo contrario, es una olla de presión, un recipiente de binarios producidos, que solo se aquietan, como sabemos, con la iluminación violenta y repentina de la ciudad, una detonación de energía que ya no puede ser contenida y controlada. Kaneda (líder de ganga) y Tetsuo (subordinado) son miembros de una ganga The Capsules, que tiene entre otras aficiones defender su territorio en peleas callejeras contra otras gangas montados sus veloces motos. Con esta relación advertimos conflicto y dinámica dentro de la ganga, cooperación y a la vez competencia interna.  Siguiendo siempre el orden simbólico de hyper-masculinidad e ilegalidad lumpen, nunca transgreden contra las técnicas, formas en que se manifiesta el poder en ellos, pero siempre reforzando las lógicas que posibilitan la ciudad. Inclusive la ganga de Kaneda, todos visten la ropa mas trendy, y consumen vorazmente los bienes y modas (las motoras como símbolo de hombría, la gasolina para usarlas, definición de lo deseable, stickers de logos  en sus motoras) elaboradas por las mismas dinámicas de producción de la ciudad. The Capsules están inexorablemente  insertados en la lógica del Capital, reforzando aquellas instituciones, relaciones de producción y consumo que los produjo en sus circunstancias de ilegalidad de Neo-Tokio.  En una batalla territorial de gangas Tetsuo sufre un accidente causado por un extraño niño,  curiosamente es un niño pero con facciones de viejo,  un fantasmita de domesticación, colaborador añejo del régimen anterior que tuvo un rolen en la destrucción de Tokio tantos años atrás. El fantasmita se encontraba huyendo de la legalidad también, escapaba  del laboratorio de percepción extrasensorial con la ayuda de un grupo de liberación/terrorista. Tetsuo es entonces capturado junto con el niño-viejo por el estado-militar y luego se conoce que tiene un perfil psiconeurologico muy semejante al del ñiño Akira, el gran iluminador/disipador de antagonismos que silencio por un tiempo los conflictos de Tokio. Pero el ciclo continua. 


The Capsules están inexorablemente insertados en la lógica del Capital,
 reforzando aquellas instituciones, relaciones de producción y consumo
 que los produjo en sus circunstancias de ilegalidad de Neo-Tokio.


El descubrimiento del poder nuclear, el patente del genoma, el desarrollo de las máquinas inteligentes, las biotecnologías, en fin toda puesta a trabajar de las fuerzas de la vida, trazan una nueva cartografía de los biopoderes en las disciplinas tradicionales. Estas estrategias y tácticas ponen en discusión las formas mismas de lo vivo. Históricamente estos avances tecnológico son a expensas del potencial de lo vivo, donde el lenguaje de los saberes reglamenta mientras descubre, aplasta y regula necesariamente mientras normaliza patrones de existencia. Mata en vida a lo vivo con el fin de canalizar energía, tener control; producción de sistemas humanos-maquinas. En fin la articulación cuerpo-objeto requiere de una disciplina que defina cada una de las relaciones que el cuerpo debe mantener con el objeto que manipula. El poder viene a deslizarse sobre toda la superficie de contacto entre el cuerpo y el objeto que manipula para optimizar la producción; los amarra el uno al otro. Se constituye un complejo cuerpo-arma, cuerpo-instrumento, cuerpo-máquina. La reglamentación impuesta por el poder es al mismo tiempo la ley de construcción de la operación. Este carácter del poder disciplinario tiene una función de síntesis, de vínculo coercitivo, que sujeta, que te contiene en comunión con el aparato de producción.

La vigilancia, el control y la corrección constituyen una dimensión primordial y característica de las relaciones de poder que existen en las coordenadas sociales de neo-Tokio. Las dos funciones primordiales de las instituciones de secuestro son la explotación completa del tiempo y el control sobre el cuerpo de los individuos. La ganga de Shotaro Kaneda, the Capsules, navega entre luchas existenciales que son gran parte del terreno institucional que posibilita la ortopedia al cuerpo, la acción correctiva del individuo. En las políticas de encierro los sujetos están fijados, solidificados, domesticados a las instituciones, escuela, hospital, fábrica, oficina, complejo militar y si éstos son excluidos por anormales o criminales quedarán fijados a otro tipo de instituciones como la prisión, manicomio, marginalización de regurgitados.


La iluminación en el contexto del filme Akira se torna macabra, puesto que esta disipa toda contrariedad; crimen – ley, mujer – hombre, burgués – obrero, devastando la metrópoli con luz. El estallido, la detonación de un mundo totalizado por divisiones Racionales, de reglamentos que buscan enmarcar y domar la vida, de bajar potencia y atrapar lo vivo para así rendirlo a una seria de repeticiones semánticas que manifiestan producción en el campo social. La ciudad es en entonces una serie de espacios con funciones y roles detallados, responsabilidades e identidades que uno debe asumir, y asumimos, para así navegar entre grupos y relaciones de producción etc. Aquí la energía se libera bruscamente de los antagonismos que la aprisionaban, lo vivo irrumpe y destruye toda diferenciación, múltiples calcomanías de esencias entre los embudos de cognición.

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