No hay nadie, pero hay alguien escondido en las puertas.
Silvina
Ocampo
el
océano atiborrado en mis ojos
en
las bocas de una reina invisible
parecidos
a ella son el sol y sus hijas
con
dedos uniformes, con siglos de soltura
ese
plato de rayo en mortalidad
y un entenderse en cerebros microbio
la
primera cama de infancia para vivir en esta isla
mi
otro rostro que habla de paz
de
una canción para sentarme cómodo en el mueble
es
hora de lamer el cuerpo de los ángeles
rociar mis colores sueltos en la herida de una lengua
de volver
a itinerarios de una sola llave
de andar en el teukhein
de tocar el pasmo de la noche.
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