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Wind-Fallen Trees (Ivan I. Shiskin, 1888, oil on canvas) |
Los
reportes del soldado Bokof
Quisiera
tener la voluntad para permanecer en la tranquilidad de este bosque, olvidarme
de la espinosa promesa que hice, lanzar tu cuaderno de anotaciones en el vacío
de un Cañón en Ciudad Hampa. Desearía liberar mi espíritu de la obligación que ha cargado desde que comenzó la guerra. Si no te hubieran herido de muerte, si
quizás la bala hubiera chocado con tu rifle y no en el centro de tu pecho; si
yo hubiera recibido el disparo del enemigo y no tú Bokof. Estoy seguro de que
todavía irías por toda la región en búsqueda de Roffner, con la carta guardada
en tu mochila; sé que estarías conmigo, caminando y hablándome sobre tu vida
antes de la guerra, tus ojos resplandecientes, colmado de vida.
Debido
a la misión que me tocó seguir luego de tu muerte ando fugitivo de nuestros
ejércitos y, aunque han pasado dos años, sé que donde estás, lejos del mundo y
su dolor, sigues retorciéndote de tristeza porque tu cuaderno todavía no ha
sido entregado. El cuaderno viaja conmigo. Lo lamento Bokof, llegó mi hora de
descansar.
S.
Escamora
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‘In Arduis Fidelis’ (1919) by Gilbert
Rogers. Oil on canvas.
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Primera entrada. Perfil diario del señor Roffner.
Puesto ocupado.
J. Bokof
Roffner
es uno de esos húngaros que a primera vista provocan más tristeza que miedo. Es
enorme, es un hombre altísimo pero cuando uno considera su cuerpo, mirándole
desde cualquier ángulo, su estatura no es proporcional con la exagerada flacura
que lo caracteriza. Roffner es raquítico, y no miento cuando digo que su color
de piel siempre ha sido un enigma para mí; es amarillo, tiene muchos vellos en
los brazos y en el pecho (lo sé pues ninguna camisa ha podido evitar que su
voluminoso y rojo vello se desborde por encima de sus camisas cubriéndole la
mitad del cuello). Su piel tiene manchas de todos los tamaños, manchas que
esporádicamente aparecen por detrás de sus orejas y que han ido apropiándose de
su piel; en ocasiones, el rostro del director parece brillar como lo haría
cualquier lámpara eléctrica. Aun así, Roffner supone ser un hombre caucásico,
de algunos cincuenta y tantos años de edad.
Todas las mañanas Roffner toma servicio como
director en jefe del Departamento de Investigaciones de la zona central en Isla
UNO. En cuestión de minutos, se le puede ver pegado a un suero vitamínico que,
según ha dicho el asistente personal de Roffner, a falta de esta infusión
diaria de jugo, el jefe podría ser víctima de mareos y vómitos salvajes. Pero,
nadie sabe cuál es la enfermedad que condena la salud del jefe. Nadie (por lo
menos nadie dentro del circuito militarizado en la zona) puede dar cuentas
sobre cómo Roffner y sus secuaces del ejército de Restauración llegaron a la Isla,
ni cómo escalonaron rápido por el estrato interno del gremio central hasta
obtener control de las dependencias más importantes. Pero el enigma de Roffner
no radicaba en su notable habilidad para funcionar como un pulpo. A fin de
cuentas, su poderío solo alcanzaba a tener control hasta los límites de la
frontera con el mar pues, fuera de Isla UNO, nadie gobernaba a nadie.
Segunda entrada. Novedad extraordinaria.
***
Hechos ocurridos el miércoles, 2 de agosto
del año corriente.
Lugar: Departamento de Investigaciones. Nivel
subterráneo.
Código: 25 ALPHA•LONDRES•VICTOR.
J.
Bokof
9:00am
Como
de costumbre, a las nueve en punto, Roffner, en disposición protocolar como director
de zona, comunica vía frecuencia las novedades:
Con
los buenos días a todos los compañeros, indiquen las respectivas novedades de
cada sector y si alguna labor extraordinaria debe ser declarada para propósitos
de arreglo en el itinerario, ahora es el momento para informarla. Nos espera un
maravilloso turno.
De esta manera codificada, Roffner
nos dejaba saber si durante el día se avecinaban inspecciones o visitas a
nuestro departamento.
11:35am
Estamos
a la expectativa de recibir más instrucciones. Han pasado varios minutos sin
escuchar el usual comunicado de las once de la mañana que el jefe imparte. Al
cabo de treinta y cinco minutos de espera y ante la extrañeza del asunto, la directiva
ha decidido entrar en la oficina del director. Se comenta que Roffner tal vez
pudo haber padecido algún percance relacionado a su enfermedad.
11:50am
Todo
parece indicar que nuestro director ha abandonado las facilidades sin
notificárselo al personal. La directiva ha convocado una reunión de
emergencia.
12:15pm
El
jefe ha sido declarado como una persona desaparecida de alto interés.
Tercera entrada. Día 17 desde la desaparición de
Roffner.
J. Bokof
11:50am
Han
transcurrido más de dos semanas sin hallar pistas o evidencia concreta respecto
a lo sucedido. Al momento no hay nada que reportar.
Cuarta entrada. Día 25 desde la desaparición.
J. Bokof
7:00am
El
Comité de Seguridad Interna ha comenzado la cacería.
Quinta entrada. Día veintiséis desde la desaparición
del director.
J. Bokof
No
hay novedades sobre el paradero de Roffner.
Sexta entrada. Día 45. La Partición.
J. Bokof
Durante
la madrugada de hoy quedaron oscurecidos los intentos de llegar a una posible tregua
entre los oficiales del ejército de la restauración y los líderes de la falange
Púrpura. Algunos soldados hemos decidido ingresar en los bosques de la
cordillera y desde allí consolidar una pequeña falange con miras hacia futuros
golpes contra la dirigencia. Según el último comunicado, la ofensiva figura
como el siguiente movimiento a seguir. Al momento de preparar este reporte, los
transportes alternos de movilización están siendo abordados; también se ha
repartido un mapa con rutas para cruzar la cordillera. Los mapas fueron
delineados y entregados por nuestros líderes de escuadrón.
Somos
pocos pero temibles. Algunos como mi amigo, el sargento Sésis Escamora, han
servido como motivadores levantando los ánimos de los compañeros. Estimo que
prontamente experimentaremos algo de recuperación, quizá cuando nos hayamos
adentrado en la montaña.
Séptima entrada. Día 57. La expedición.
J. Bokof
En
la selva los días son húmedos, extenuantes. Durante las próximas dos noches,
nos hospedaremos en la antigua cantera ubicada en la zona conocida como La
Sierra del Muerto. Como muestra de compromiso y en solidaridad con los caídos,
Sésis propuso como ofrenda que, por cada ser querido que hubiera sido asesinado
por la Restauración, los soldados debían buscar dos piedras para colocarlas a
orillas de la quebrada. Así lo hicimos.
Octava entrada. Día 58.
J. Bokof
El
compañero Sésis y este servidor hemos sido escogidos para emprender una misión
de exploración de terreno. Tan pronto el alba deje ver sus primeras luces,
partiremos de la cantera.
Novena entrada. Día 65. Búsqueda en la sierra.
J. Bokof
Los
pasados días han servido para fortalecer nuestras ansias de supervivencia. En
el inicio de la búsqueda conocíamos al pie de la letra la ruta que indicaba el
camino hasta la presunta estación de radio en el valle oeste de la Sierra del
Muerto, la difusora que funcionaba de albergue para la disidencia; no obstante,
el propio Sésis fue el primero en aceptar el hecho de que, aun cuando estábamos
cerca del objetivo, el problema de movilización era debido a un mal cálculo del
estratega en búsquedas de la falange. Por este fallo en la inteligencia, nos
habíamos extraviado y no contábamos con orientación real en el campo de batalla.
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Hudson Valley
Oil Painting w/ Cows, Sheep, Signed W.M Cormack
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Décima entrada. Día 67. Valle del Muerto.
J. Bokof
Encontramos
el albergue en el valle. Contraria a la información que nos había servido de
esperanza en la dificultosa búsqueda, no hallamos signos de vida ni de
alimentos, tampoco rastros que indicasen actividad humana en el lugar. La
estación parecía estar abandonada hace meses.
Hicimos
el conteo de suministros que teníamos pero nos topamos con la dura verdad de
que poseíamos una escasa porción de comestibles y algunas onzas de agua
destilada. No podíamos beber agua ni comer de ningún animal del área, era de
nuestro conocimiento que los ejércitos de la Restauración habían envenenado los
recursos naturales de la Sierra para evitar un éxodo masivo de la disidencia
hacia esta región.
Undécima entrada. Día 68.
J. Bokof
9:35am
Nos
sorprendió el golpe de una corriente de fango. Llovía torrencialmente cuando el
compañero Sésis y yo quedamos separados durante horas. Resbalé desde la cima
del valle estropeándome el hombro izquierdo y lesionando mi tobillo.
12:25pm
A
pesar del incidente, pude componerme y los disparos al aire que Sésis hizo me
orientaron hasta llegar a su ubicación. Pude abrirme paso entre la maleza y
reunirme de nuevo con el compañero. Noté en él la alegría más grande y,
sinceramente, puedo testificar que tan grato sentimiento fue reciprocado.
Fue
entonces cuando decidí notificarle a Sésis acerca de la existencia del
documento que yo custodiaba en secreto; a sabiendas del alto riesgo que
implicaría darle acceso a esta información, el compañero tendría que escoger
entre asistir o enjuiciarme ante la justicia del movimiento pues, una vez fuera
notificado de mi encomienda, ambos estaríamos en el mismo plano. Le pedí que me
disculpara por la súbita ocurrencia diciéndole que si yo fuese a involucrarlo
en algo banal, la mejor acción era permanecer en silencio sin siquiera
notificarle la verdad del asunto. Me dijo que podía confiar en él. Entonces,
procedí, le dije que en el interior de mi mochila guardaba un cartapacio de
cartón con un documento clasificado para muchos, le dije incluso sobre el carácter
abominable de la data en cuestión. Le indiqué que llevaba un cuaderno con
reportes que, de ser necesario, serviría para que conociese a fondo acerca de
la exclusividad de mi verdadera misión. Coloqué la mochila en sus manos y lo
dejé solo para que la examinara por varios minutos.
12:45pm
A
mi retorno, los ojos de Sésis habían cambiado de color, como si un espíritu
obseso habitara en su cuerpo. Estaba pálido pero se puso de pie y me dio un
apretón de manos a la vez que acercó su boca a mi oído y dijo: Bokof, no te
preocupes, conservar un amigo vale más que recibir el fuego de mil rifles.
12:57pm
Hago
constar que el sargento Sésis Escamora ha sido debidamente notificado sobre los
pormenores de la gestión que este servidor pretende llevar a cabo. Certifico
que el sargento Escamora accedió a mi petición de encargarse de dicha gestión
si el caso fuese que este servidor no pudiera ejercer su encargo. El compromiso
y las especificaciones de la misión a seguir quedan escritas en tinta y su
contenido ha sido firmado por el sargento S. Escamora, el mismo certifica estar
en buena condición física y mental, certifica no haber sido coartado para
aceptar dicha encomienda; este servidor, J. Bokof, firma la certificación como
testigo ocular del sargento Escamora.
Ahora
el sargento Sésis Escamora tiene pleno conocimiento de la existencia, intención
e importancia de la confidencialidad tanto del documento en cuestión así como
del cuaderno de reportes que me fue encomendado. El sargento Sésis Escamora
reconoce que, de suscitarse cualquier eventualidad que afecte o provoque la
mortandad de este servidor, él quedará absolutamente a cargo de honrar el
contrato que le fue transferido el día de hoy luego de que dicho documento me
fuera comisionado el día miércoles, 2 de agosto del año corriente y que, en
origen, fue entregado a este servidor por el mismísimo Director de
Investigaciones, el señor Roffner.
Sésis,
Judas Iscariote, hijo de un valle contaminado sin aliados
Ahora
vivo ocultándome en el universo escaso del bosque. Si hubiera sabido que
terminaría siendo el mensajero de Roffner, un soldado traicionero y en fuga
trabajando para Roffner, un soldado con la misión solitaria de darle la espalda
a mis compañeros, sinceramente no hubiera optado por ingresar en este valle sin
salida. Reconozco haber accedido voluntariosamente a la petición de Bokof,
aunque aclaro que debido a mi decisión he fallado como soldado de un régimen que
me antecede. Fui leal al egoísmo de honrar una faena individual incluso por
encima de los diseños de nuestra orden colectiva como miliciano de la revolución
anti oficialista. Si el objetivo tuviera como fin lanzarme en un abismo y
eliminar toda evidencia de la data y los cuadernos de la mochila de Bokof, misión
que ahora me parece ser una obstinación inquina que me encomendó un cadáver,
tal vez vivir en el destierro de la jungla sería un empleo menos agudo de
tragar. En la soledad de la sierra, el tiempo me ha dado una nueva tranquilidad que se niega a permanecer en el destierro. Si el hecho de continuar en fuga responde a una lealtad ciega por Bokof y no a los pactos que hice para luchar y alcanzar nuestra liberación, la solución es resignarme a vivir como un traidor. Pero sé sobre las fallas que se esconden entre las líneas de todo contrato, los contratos se pierden, pueden sufrir alteraciones y contrario a la eternidad de un pacto, el contrato tiene fechas de expiración.
S.
Escamora
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JOHN WALSH,
THE WAR ARTIST, 2015
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