jueves, 27 de septiembre de 2018

POESÍA DE KARLA CRISTINA

František Kobliha, 'girl in grain' (1920) grabado en madera

Padre nuestro que estás
Donde dicen los hombres que existes
En las plegarias inquebrantables de las matriarcas
En las legañas del agotado
En la ronquera del grito
En el hombre y el nombre nuestro
Apiadate de los comunes y los mortales
De los que no sentimos llegar, o llegamos siempre tarde
De las margaritas silvestres
Y las tortugas que amenaza el plástico

Oh padre nuestro que estás ,
En el amarillo indómito de los lirios
Escondido en la historia y quien la cuenta
Delizate un poco del cielo
Juega un poco con los semáforos
Y haz que la primavera por fin penetre.

Padre nuestro que estás
En los cayos, las pestañas y el pellejo
Recuerda que el hombre te hizo hombre
Y que no hay por qué ser .   


  * * *


Corres

en la desesperación de encontrar algo abierto
una luz verde descongestionada
algún “pase”.
Pero solo queda el tiempo de las puertas cerradas.
El ruido en el golpe del cierre. El eco y el trauma al silencio.
La constante entrada al vacío. Abrir la puerta...
ver la nada
remontarse al impacto.
Asimilar
que no por empujar el pulso se empujan el tiempo y la vida, que la carrera al pecho
solo deja cansancio
sin calma.


 * * *


Hay algo sobre la soledad que no se contiene.
Se nos sale por las pestañas.
Lágrimas vestidas de brillo.
1/4 de sonrisa en la cara
como si casi o por poco pudiéramos coincidir.
Todos entendemos el lenguaje de las muecas,
la hipertensión y el esfuerzo,
el fallo en el vacío.
Hay algo sobre la tristeza que la hace líquida.
Crecida constante.
Duele hasta masticar la comida
que nunca es suficiente alimento.

Solo perpetúa los agravios,
agente multiplicador de la desdicha.
Realidades solapadas que en silencio convergen.
Hay algo sobre la tristeza, como hilo,
como trenza,
como maranta indomable
que unifica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario