viernes, 5 de julio de 2019

La nada es un todo: tres poemas de Noraida Malugin Soto

Jean-Gabriel Daragnès, il. Les Amies de Paul Verlaine, grabado en madera, (1919).



22 días después

Hablo alto para que mis palabras
reboten en las paredes
polvorientas y cubiertas de hojas.

Ya se ha ido, pero sigue haciendo
estragos afuera
(y destrozos catastróficos adentro).

Las bandas del huracán nos
abandonaron hace días,
mas no aplacan sus embestidas.

Solos todos,
cada uno en su esquina,
esperando el turno para batirse
a golpes con esta contrincante ausente.

Me seco el cuerpo, luego
de haberme empapado de lluvias,
lágrimas, sangres, lodos, fluidos.

Me río por lo bajo, y la risa se confunde
con el llanto de los presentes,
los desaparecidos,
los ausentes,
que nos palpitan en la memoria.

La sonrisa se me apaga de golpe.
Cierro los puños,
y escucho el aullido desgarrador
que se cuece en mis entrañas.


Poema para esperar el sol

La muerte me acaricia la espalda,
me arrulla y promete el final.
Le creo, cierro los ojos
y me entrego al frío
roce de sus dedos.
La escucho susurrarme versos,
lamerme las orejas,
posar sus labios helados
sobre el calor de mis muslos.
En un trance, la dejo seducirme.
Le creo, una y otra vez.
Ya gimiendo, agotada,
recuerdo que el romance
con la vida no acaba,
que solo estamos peleadas
y que mañana tal vez
quiera volver a penetrarme.
Aparto a la muerte de un golpe.
Me ducho para borrar sus huellas,
y perfumo mis adentros
para esperar el sol.


La nada

Voy tirando de la cuerda
que me ata a la nada…

Esa nada espaciosa,
llena de nada.

La nada que consume,
se materializa.

Ceso de tirar y la acaricio,
me responde.

La nada me acaricia con
labios húmedos, con dedos torpes.

Cierro los ojos (o tal vez nunca
estuvieron abiertos),
abro la boca.

La nada tiene lengua.
Me habla, adentro.

La nada urde palabras
que me desliza por el paladar.

Con la lengua aún en la boca
la nada me besa.

Besos de labios húmedos,
sedientos, llenos de nada.

La nada tiene manos.
Manos fuertes, manos largas.

Con las uñas me traza en la espalda
letras clásicas.

Letras que me arranca de la piel,
que deposita en mi boca.

“Ambrosía”, susurra.
¡La nada tiene voz!

Se humedecen las sábanas
y la nada me sonríe.

La nada tiene dientes.
Me muerde y me restaura.

Con labios, dedos, lengua, voz, dientes.
La nada es un todo.

La nada tiene cuerpo,
abro los ojos, miro y le pido
que se quede.

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