Crepúsculos opúsculos
con pústulas de demencia encandilada
que dejan caer manos engarradas sobre mí,
bañadas en playas de un perico
que no para de gritar:
¡Puta eres mía y te voy a matar,
te voy a matar Puta!
Y ahí llega en la dirección contraria al viento,
con un sol languidecido,
el fin de la huida.
Y ahí se levanta en la dirección opuesta,
la rabia de una fiera dormida
por un Estado Libre Asociado familiar.
Ya no se puede hablar,
solo quedan palabras sangradas,
ídolos caídos con los pies más débiles
que un barro cuarteado.
Una masa quebrada
que intenta abandonarse al silencio sin suerte,
descontinuado por una madeja de cuerdas vocales
que tengo reforzada en la garganta.
Una madeja quemada al son de una voz tormentosa sin cadenas,
al mismo tiempo en que arrebato de su sombra
una libertad latente,
potente,
imparable,
sin deudas.
Ahora te jodiste,
púdrete en tu enfermedad que yo curo la mía
sin el espejismo de ayuda que nunca me ofreciste;
sin la ley de la santa inquisición fatula
cargada por la censura y el miedo.
Desapegada de tu cara triste de perro enjaulado
y torturado por otra mujer mala que te saca el dragón.
Violada y violenta,
sudando las ganas de arrancarte el pellejo sin anestesia,
corriendo millas a vuelta redonda
de algún palomar cubierto
por una mierda que no es mía.
¡Te voy a matar canto de Puta!
seguirás gritando
mientras yo me anclo sin cordura
donde te dije que iba a llegar.
Un lugar que no se construye alto ni lejos,
un lugar que siembro desde mis ovarios,
creciéndolo en mi pecho
para escupirlo por estos labios,
por estas manos que nunca volverán al atardecer.
Yo me despido sonriendo,
con las yeguas de la noche apaciguadas
y desterradas en las postrimerías de mi mente.
Yo me despido con un salto al vacío,
un vacío de carne viva y lista
para no volver a tocarte.
Lista para que no la vuelvas a tocar.
No rezaré por un ojala de finitud
que nadie otorga,
no esperaré a que las aguas pierdan su bravura.
Yo te entierro vivo sin rosarios que te salven.
Yo te entierro ahora con la pala de mi amanecida eterna
antes de que siga creciendo tu cola.
Yo determino apagarte universalmente
y retirarte la luz que levanta el día.
[Escrito por Xiomara Ayala Cartagena]
No hay comentarios:
Publicar un comentario