Hans Bellmer, Retrato de la madre del artista, Tinta y guache sobre papel (1954) |
Mi abuela
Mi abuela es una mujer
de humor tajante. Estatura achicada,
por la edad, pero de frente altiva
y espaldas anchas. Y aunque
achacada su memoria está fresca.
Su mal genio, desarrollado
por la pesadez de la vida,
se ha desmantelado, creo yo,
debido al porvenir de las pocas
primaveras que le quedan.
La aspereza de sus manos
no se siente. Manos que labraron
la tierra, secaron ropa, lavaron casas,
y sacaron agua de río.
Manos que hilaron tabaco, criaron
dos hijos y en la diáspora
nuyorquina secaron lágrimas
de incansables noches de llanto.
La aspereza de esas manos
no se sienten. Bed, Bath, and Beyond las banalizan gracias al poder adquisitivo que el fruto de una pensión heredada, sudada y trabajada le brindan
en cremas aromáticas.
El carácter de mi abuela
es incorruptible. Su endurecimiento,
producto de 1,000 varitas
de guayaba,
se percibe en su presencia.
Por eso los suntuosos instantes
de genuina ternura se sienten
vespertinamente reales.
El café de mi abuela es el mejor. Juraíto. Lo cuela en media y lo endulza con leche evaporada.
Lo sirve en una taza pequeña
para que te quedes
con ganas de más.
Y lo extrañes cuando te vayas.
Y lo extrañes en las mañanas.
Y lo extrañes en el trabajo,
en las tardes y antes de acostarte.
Su cocina la embellecen 15 gallos,13 vacas y una colección
de frutas que ella deja madurando cerca de la ventana.
Por las noches le reza
a 3 Vírgenes, 5 Santos,
a Cristo y a Dios.
El padre nuestro nunca falta.
Agarra su rosario y lo entreteje
en sus dedos. Te mira desde
lejos y con los ojos te dice:
“No entres. No interrumpas.
Estoy orando por tu salvación”.
Le encantas las películas mexicanas, el aguacate y la música de trío. Ir a Capri,
hacer compras en Selectos y que mi tío la lleve a comer, usualmente, a los mismos
restaurantes. De esos que sirven arroz.
Por que ella no puede vivir sin ese grano. Se queja si no lo como. Me dice: “Se nota que no has pasado hambre gracias a mi esfuerzo”. Tiene razón. Gracias a su esfuerzo vivo en privilegio.
La Matriarca
La matriarca hoy cumple 77 años
Mira con altivez al resto de sus hermanas,
las que quedan,
y les dice “hoy es mi día
no me jodan”.
La matriarca hoy se ha levantado
con ardor en las piernas
e hinchazón en las rodillas.
Aunque molesta, agarra su bastón
y le dice a mi madre
“quiero que me lleves a la tienda
que hace falta pan y leche”.
No sin antes hace café
para los noveleros
mientras perfuma
su cuello con
lo último de Avon.
Los cristos la miran desde la ventana
allí yacen crucificados frente a
15 vírgenes recién parías cuyas
manos relucientemente doradas piden
piedad por todos nosotros.
Hemos llegado a la tienda.
La matriarca se queja del dolor
pero aún así prefiere caminar
sin su bastón.
Le da vergüenza el no valerse
por ella misma.
“Siempre fue así”
me dice mi madre.
“Orgullosa”.
Parió dos muchachos,
pero la necesidad la obligó
a criar solo a uno.
Se jodió los pulmones trabajando
para mantener a los médicos
en sus Mercedez.
La Matriarca hoy cumple 77 años
y se ha ido a acostar.
Luego de una pizza de Costco
y un bizcochito con la familia
adornado con una velita reciclada
se recuesta en su cama y acaricia
su rostro.
Se levanta y se mira al espejo.
Nito yace detrás de ella y abrazándola
sin dejarla ir, como aquella vez
en la casa al lado del plantío,
le recita un poema.
“Te tardaste como siempre
sinvergüenza”, le dice.
Luego de 16 años, al fin,
la ha venido a buscar.
Fantasías Desprivilegiadas Pt. 1
Por las rejas el sol se asienta.
Con este el polvo.
El polvo entra por las rejas
enmascarando la cara de Pulpo.
un sato que llegó a la casa luego
del funeral Cholo, el primo tocón
de Gloria.
Por eso a Gloria no le gustaba
ni Cholo ni que abrieran
las ventanas. Pero que se podía
hacer si desobedecer
no estaba en la subasta de opciones
que me daba Mother.
Vivir en el trópico era cosa seria
más cuando se hace al lado
de una carretera
Por ella viajaba a toda velocidad
montado en los carros
que Luisito sacaba del taller al lado
de su casa, para ir a hacer
cualquier Barrabasaba
Por lo menos así le llamaba Gloria
que no hacía más que trabajar
en Econo para sustentarnos a mi,
a Doris, a Yamiel, a Mother,
a Pulpo y Santito
De todos los jevos de Gloria
ese nunca nos tocó. Mother decía
que teníamos que siempre dar
las gracias pues el Señor
lo puso en nuestro camino.
“Un verdadero siervo del señor”, decía.
Su único vicio eran
los caballos y el ron.
Aunque fue el menos
que nos duró, su falta
se hace sentir en la sala
lugar donde paseaba
la panza al son
de Lo sé Todo.
El polvo entra por las rejas
le prende el asma a Mother.
Me grita siempre ahogándose
“Traime la bomba negrito
que me muero”.
Ella era una hermana
de verdad. Se la pasaba
siempre que podía metía
en el culto orando por Yamiel,
que para aquél entonces
“estaba descarrilao”.
“Ese hermano tuyo estaba
bien hasta que se empezó
a juntarse con los muchachos de la 20”
me decía ella cada vez
que pasábamos cerca
de aquel Punto misterioso
donde las camisas
a los nenes le llegaban
hasta el ombligo.
Ya para aquél entonces
a Doris Margarita Gloria
la había botado de la casa
por pasarse con Nota,
un panita de Luisito que tras
su muerte le había encargado
a mi hermana el cuido
de su segundo hijo.
“Holyke es bien bonito.
Eso sí, mucho frío” me decía
ella cada vez que Mother
me pasaba el teléfono para
que escuchara su voz.
“¿Y el nene, está grande?”
preguntaba Mother a lo que
ella siempre respondía
“Ya no se quiere dejar cargar”.
El polvo entraba por las rejas.
La vida era simple en aquel
apartamento cerca de la carretera.
Mis atardeceres se pasaban
contabilizando los carros
que pasaban por colores, tipos y marcas.
No me gustaba que en Año Nuevo
no podía ver los fuegos artificiales.
Siempre los tiraban
pal otro lado del caserío.
No nos dejaban ir allá,
Gloria por miedo
a que nos tirotearan
y Mother por miedo a los de la 20.
No fue hasta que tuve mi primera
noviecita a los 12, Margarita,
una nena bien bonita de la iglesia,
que vi aquellas líneas de colores
mezclarse con los tiros
que los gatilleros sincronizaban
a la vez con las detonaciones
y los destellos.
El mamabicho de Juanqui decía
que Margarita mamaba bicho por $5 pesos
detrás de parque. Pero los nenes hablan
mucha mierda para hacerse
los más machitos.
Y como Margarita siempre
lo negaba nunca les hice caso.
Ella era bien buena.
Yo sabía que ella era buena.
Siempre estábamos juntos,
excepto en la iglesia.
Mother decía que eso no era lugar
para hacer fresquerías.
Así que las hacíamos detrás de la cancha.
Ella sabía un lugar secreto.
El polvo entró por las rejas
un 25 de julio del 2011.
Vimos el derrumbe por televisión
en nuestro nuevo apartamento
cerca de Villa Palmera.
Mother no pudo verlo.
Se había ido a morar
con el Señor hacía a penas 4 meses.
Doris ya iba pal segundo
nene pero le iba bien trabajando,
al igual que Gloria, en un supermercado
donde viejos racistas la insultaban en inglés.
Yamiel ahora era artista,
o por lo menos eso decía
él en las postales que nos enviaban
desde Atlanta.
Decía que era una ciudad bonita
pero que tan pronto
pudiera se mudaba pa Nueva York,
lugar que él afirmaba,
“daba más oportunidades a las locas”.
Gloria sigue en Econo.
De allí nadie la mueve.
El problema es que ahora
la cosa se complica
pues tiene que coger
dos AMA y una pisicorre
en lo que junta los chavos
para arreglar el carro.
Yo estoy bien. En la lucha.
Como Siempre.
Ahora yo soy el que llevo a las noviecitas
a un lugar que tengo set en un palking en Carolina.
Ya el polvo no entra por las rejas.
Eso es cosa de pobres.
Nosotros si salimos. Nosotros si salimos.
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