Vestida de blanca Azucena que va serena
despojando el olor de luna llena
que entra por tus poros,
haciendo estragos en lo profundo
de la sangre que hierve
y te hace perder el control.
Por dentro soy Rosa roja
con fiebre de Ylang Ylang apasionado,
un Cohitre que alimenta conejos en celo,
sin celos de un Clavel pomposo y hablador.
A mi la elegancia del Lirio Cala me sobra
y la picaresca sonrisa de una Menta fresca
con una pizca de Hierbabuena,
pa que el Moriviví en tu maceta se exalte
y salte por la cuerda floja de una Amapola abierta,
en pétalos abrazados y condenados
a convertirse en flor.
Margarita Africana que exhala
el sudor de una Heliconia viva y erecta,
que no se dobla ante un sol que prende
las hojas de una Parcha, que se enreda
y aprieta pechos en fiebre desbocada,
sin respeto y sin vergüenza como Albahaca
blanca que regala su sabor.
Nopales con espinas descansan
en desiertos pequeños y redondos,
envidiando la Sábila mojada
que cura el deseo
de un Pompón fresco que me mira
con morbo, queriendo vaciar una
Cruz de Malta enrojecida
por labios carnosos
y sin pudor en acción.
Arrodillada como planta carnívora
de Venus, con la boca abierta esperando
un Orégano Brujo verde, verdoso creciendo
Gardenias perfumadas con abono de hormonas
que empujan y sacan a cantazos sangre lechada
de un tallo en resurrección.
Te invito a sentarnos
como enredaderas
en este jardín de plantas ardientes,
sin estaciones que nos congelen las ganas,
sin distancias secas
inundadas de silencios con rostros de Ortigas,
que cortan el tiempo de la naturaleza eterna
de nuestras raíces.
Te invito a esta Hierba forrada de rocío llorado,
y jurarnos con una Violeta alocada
en cualquier temporada,
que sobrevivamos hasta después
de secar nuestro aliento muerto
y marchitemos las hojas
de nuestros cuerpos dormidos,
enterrando Cardos en nuestros ojos ciegos
hasta que se alarguen al sol
Orquídeas de un amor
sin olvido.
[Escrito por Xiomara Ayala Cartagena]
lunes, 23 de julio de 2012
domingo, 22 de julio de 2012
{Buscando el café de una tarde riopedrense} por Xiomara Ayala Cartagena
Salgo por la puerta entrando a la calle,
levanto la mirada hacia el frente y
Respiro el aire,
el aire que arropa mis fosas nasales
con el peso de la humedad,
resaltando el olor,
el olor a latas de cerveza,
vacías de lamentos que montaron
la rumba en el zafacón del colmado
que no está en la esquina.
El sol está que pica y repica
en mi piel abrasada,
con aliento al mar que dejé en el fin de semana.
Salto un paso adueñándome de todo,
caminando en contra del tránsito,
riéndome de un letrero que grita “NO ENTRE”,
voy soplando en mi cabeza una canción bien tropical.
Este cuerpo enciende
esa maquinaria del fuego que llevo por dentro
gozando con el cantar de mis botas en el suelo,
y del suelo sale una chispa
cada vez que a una suela le da por rozar,
pisadas viejas,
en un viejo pueblo,
cansado de todos los días
esperar a un superhéroe distraído con la heroína,
turista eterna y reina de las cuentas
que no se pueden cobrar.
Una corriente acelera el ritmo
de unas caderas gozosas que ríen por dentro.
Una gota de lluvia y me detengo,
la duda cae estridente sobre mi pelo,
meneo la cabeza,
me sacudo,
Respiro el vapor,
el agua que cae de los cielos
se hace humo cuando toca la carne dulce de mis labios.
Mis labios mojados por la lluvia
y luego por la lengua asomada,
relamiendo los cien recuerdos de mil bocas
que en algún momento de sed
se detuvieron a llorar su soledad.
Para la lluvia, las nubes se dispersan,
la camisa blanca que llevo puesta
se vuelve indiferente al pudor y
golpea un eco de “wet t-shirt” ,
matando el “¿qué van a pensar? ”
y borrando un “me tendré que tapar”
con un “qué me importa”.
Sigo caminando,
me desvío un poco hacia la izquierda
para esquivar el camión mal estacionado en la acera,
sin poder evitar el silbido y un “arroz que carne hay”.
La mirada se torna furiosa pero no se da la vuelta
y a media distancia levanto,
cierto dedo de la mano un poco malcriado,
disparando lo impronunciable por pronunciar.
Ya es temprana la tarde,
miro los changos alertas en el tendido eléctrico,
están esperando las sobras de un alma callejera
que mueren en la entrada de un local abandonado.
Solitaria, pasando la nota que parece eterna
y que retocará luego de pedirme una peseta.
A peseta están los cuentos
retumbando por las esquinas
llenas de historias sobreviviendo
la basura regada en muchas partes,
basura que ladra como perros abandonados
sin saber el destino que tendrán.
Estoy cerca, muy cerca,
llegando a la cafetería donde vuelan los libros
que no puedo comprar.
Empujo la puerta,
entro como Juana por su casa,
meneando la cola escondida en unos pantalones cortos,
bien cortos y que huyen del agua con jabón;
de ellos salen liberadas unas piernas
que todos miran con envidia y deseo,
soltando un cuchicheo que provoca la “atrevida” en mi.
Saco el monedero
perseguido por un “buenas… ¿cómo están?”
y por arte de magia
aparece un café con leche para llevar.
Doy media vuelta para regalar sonrisas,
algunas sinceras y otras cínicas
porque abrí los ojos que tengo en la espalda,
logrando capturar
supuestos de lujurias inagotables,
apuntando sus pelotas desorbitadas hacia abajo
pensando que me voy a despistar.
Vuelo fuera del establecimiento,
tropiezo con cualquiera y no cualquiera.
Me sorprendo de vez en vez
cuando miran a la cara y salen disculpas
interrumpidas por un bocinazo
de un conductor desesperado
por llegar a algún lugar
con el cual estuvo soñando todo el día,
en alguna oficina de esas.
Cruzo los humores de un tráfico agobiado,
me acomodo en el banquito de los sospechosos habituales,
destapo el café y lo pongo a descansar a mi lado;
saco un cigarrillo y tumbo la espalda contra la pared.
Enciendo,
Respiro humo,
humo jugando con la luz de las horas que languidecen.
La gente va desacelerando el paso,
mi ego sofocado baja revoluciones,
levanto la taza desechable
que luego de cumplir su misión,
terminará su viaje con el resto de la basura.
En ese momento pausado,
pienso en un suspiro:
“encontré la vida”.
[Escrito por Xiomara Ayala Cartagena]
levanto la mirada hacia el frente y
Respiro el aire,
el aire que arropa mis fosas nasales
con el peso de la humedad,
resaltando el olor,
el olor a latas de cerveza,
vacías de lamentos que montaron
la rumba en el zafacón del colmado
que no está en la esquina.
El sol está que pica y repica
en mi piel abrasada,
con aliento al mar que dejé en el fin de semana.
Salto un paso adueñándome de todo,
caminando en contra del tránsito,
riéndome de un letrero que grita “NO ENTRE”,
voy soplando en mi cabeza una canción bien tropical.
Este cuerpo enciende
esa maquinaria del fuego que llevo por dentro
gozando con el cantar de mis botas en el suelo,
y del suelo sale una chispa
cada vez que a una suela le da por rozar,
pisadas viejas,
en un viejo pueblo,
cansado de todos los días
esperar a un superhéroe distraído con la heroína,
turista eterna y reina de las cuentas
que no se pueden cobrar.
Una corriente acelera el ritmo
de unas caderas gozosas que ríen por dentro.
Una gota de lluvia y me detengo,
la duda cae estridente sobre mi pelo,
meneo la cabeza,
me sacudo,
Respiro el vapor,
el agua que cae de los cielos
se hace humo cuando toca la carne dulce de mis labios.
Mis labios mojados por la lluvia
y luego por la lengua asomada,
relamiendo los cien recuerdos de mil bocas
que en algún momento de sed
se detuvieron a llorar su soledad.
Para la lluvia, las nubes se dispersan,
la camisa blanca que llevo puesta
se vuelve indiferente al pudor y
golpea un eco de “wet t-shirt” ,
matando el “¿qué van a pensar? ”
y borrando un “me tendré que tapar”
con un “qué me importa”.
Sigo caminando,
me desvío un poco hacia la izquierda
para esquivar el camión mal estacionado en la acera,
sin poder evitar el silbido y un “arroz que carne hay”.
La mirada se torna furiosa pero no se da la vuelta
y a media distancia levanto,
cierto dedo de la mano un poco malcriado,
disparando lo impronunciable por pronunciar.
Ya es temprana la tarde,
miro los changos alertas en el tendido eléctrico,
están esperando las sobras de un alma callejera
que mueren en la entrada de un local abandonado.
Solitaria, pasando la nota que parece eterna
y que retocará luego de pedirme una peseta.
A peseta están los cuentos
retumbando por las esquinas
llenas de historias sobreviviendo
la basura regada en muchas partes,
basura que ladra como perros abandonados
sin saber el destino que tendrán.
Estoy cerca, muy cerca,
llegando a la cafetería donde vuelan los libros
que no puedo comprar.
Empujo la puerta,
entro como Juana por su casa,
meneando la cola escondida en unos pantalones cortos,
bien cortos y que huyen del agua con jabón;
de ellos salen liberadas unas piernas
que todos miran con envidia y deseo,
soltando un cuchicheo que provoca la “atrevida” en mi.
Saco el monedero
perseguido por un “buenas… ¿cómo están?”
y por arte de magia
aparece un café con leche para llevar.
Doy media vuelta para regalar sonrisas,
algunas sinceras y otras cínicas
porque abrí los ojos que tengo en la espalda,
logrando capturar
supuestos de lujurias inagotables,
apuntando sus pelotas desorbitadas hacia abajo
pensando que me voy a despistar.
Vuelo fuera del establecimiento,
tropiezo con cualquiera y no cualquiera.
Me sorprendo de vez en vez
cuando miran a la cara y salen disculpas
interrumpidas por un bocinazo
de un conductor desesperado
por llegar a algún lugar
con el cual estuvo soñando todo el día,
en alguna oficina de esas.
Cruzo los humores de un tráfico agobiado,
me acomodo en el banquito de los sospechosos habituales,
destapo el café y lo pongo a descansar a mi lado;
saco un cigarrillo y tumbo la espalda contra la pared.
Enciendo,
Respiro humo,
humo jugando con la luz de las horas que languidecen.
La gente va desacelerando el paso,
mi ego sofocado baja revoluciones,
levanto la taza desechable
que luego de cumplir su misión,
terminará su viaje con el resto de la basura.
En ese momento pausado,
pienso en un suspiro:
“encontré la vida”.
[Escrito por Xiomara Ayala Cartagena]
sábado, 21 de julio de 2012
{De pies y piezas} por Nicole Fraticelli
la extrañeza del gasterópodo
se cima en el anteojo con terror
liberando sudor casi automático
casi mecanismo defensivo particular de revisión
y se revierte el molde por si acaso,
por temor al arrastre,
al tentáculo y su baba.
se cima en el anteojo con terror
liberando sudor casi automático
casi mecanismo defensivo particular de revisión
y se revierte el molde por si acaso,
por temor al arrastre,
al tentáculo y su baba.
lunes, 16 de julio de 2012
{Tumbas abiertas} por Jonatan Reyes Medusa
Me hundes en tus bocados.
Masticas en las travesuras.
Sarcófagos en tus bocanadas.
Puntos suspendidos en
el letargo de tu sonrisa menguante
a llena
Lados perversos: La casa de las últimas de las abuelas, donde
las flores manchan y la soledad es calva
Puntos derretidos,
Languidecen tus
Besos, pintados
Con el firmamento a puro lamento#
Sarcófagos en tus travesuras!
Masticas en tus bocanadas!
Me hundes en tus pétalos rotos!
Tiempo que silba mis tumbas abiertas.
Masticas en las travesuras.
Sarcófagos en tus bocanadas.
Puntos suspendidos en
el letargo de tu sonrisa menguante
a llena
Lados perversos: La casa de las últimas de las abuelas, donde
las flores manchan y la soledad es calva
Puntos derretidos,
Languidecen tus
Besos, pintados
Con el firmamento a puro lamento#
Sarcófagos en tus travesuras!
Masticas en tus bocanadas!
Me hundes en tus pétalos rotos!
Tiempo que silba mis tumbas abiertas.
domingo, 15 de julio de 2012
{En dónde se asienta la fortuna de un respirar, en dónde se acuesta la fatiga} por Karina García
[El cuerpo de pezones morados (con un tubo atravesándole el útero hasta la garganta) le dice: “el ave me sembró en el árbol, pero el pico se fue después de matar cada uno de sus huevos”].
[Texto escrito por Karina García]
jueves, 12 de julio de 2012
{El ABC de la Estrangulación} por Karina García
En mi patio, con mis manos, te hice germinar.
Estrangulé el cuello de la cadena de oro. De tus ojos, venas coloradas
parecían darle color al pétalo.
Como la burbuja del vino después de servirse, escupiéndote la cara,
una lágrima de sangre que venía de ti.
Flor, que por primera y última vez, eres purpura.
[Texto escrito por Karina García]
Estrangulé el cuello de la cadena de oro. De tus ojos, venas coloradas
parecían darle color al pétalo.
Como la burbuja del vino después de servirse, escupiéndote la cara,
una lágrima de sangre que venía de ti.
Flor, que por primera y última vez, eres purpura.
[Texto escrito por Karina García]
miércoles, 11 de julio de 2012
Ave. Universidad | Daniel Pommers
Silencio. Silencio. Silencio.
Ya no siente ciudad con serpientes,
aunque sí, torpes, ahora son
como amígdala en revancha
como gentes sin rostro, sin dientes
porque tienen esquina
como se pudren vitrina y escalera
esa calle idiota
que perdió sima, se hizo colmado/bar/tatuaje
como aparición de ratas y patrullas amanecidas;
contra el ombligo suave de aquella vez, de antes,
cuando en lunes se bebía calor con sentido
con baile, con litio, con sorbeto
cuando la malicia era nuestra
con desmayo/navaja/caridad
con cervezas para muchas bocas que mordían piedras,
amapolas; cuando el día era del sol carnicero,
el 103 tenía guitarras, micrófonos,
olores hondos
que nos cantaban sin venganza
como barra con paraíso,
solamente.
como amígdala en revancha
como gentes sin rostro, sin dientes
porque tienen esquina
hablan otras lenguas
como son los cigarrillos con relleno
con lo que sea
como el sueño de un país abierto en dos maldicionescomo se pudren vitrina y escalera
esa calle idiota
que perdió sima, se hizo colmado/bar/tatuaje
como aparición de ratas y patrullas amanecidas;
contra el ombligo suave de aquella vez, de antes,
cuando en lunes se bebía calor con sentido
con baile, con litio, con sorbeto
cuando la malicia era nuestra
con desmayo/navaja/caridad
con cervezas para muchas bocas que mordían piedras,
amapolas; cuando el día era del sol carnicero,
el 103 tenía guitarras, micrófonos,
olores hondos
que nos cantaban sin venganza
como barra con paraíso,
solamente.
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Río Piedras
{Vacío} por Abigail Burgos
[Ilustración por Abigail Burgos] |
Aun no entendía el por qué. Se encontraba desorbitado, maltrecho y desolado. Trato de pensar cuál era su nombre sin tener éxito de saber quién era del todo. Sus manos temblaban estaban gastadas por un trabajo que nunca se hizo. Sus labios ardían y temblaban. “Se acabo” pensó derrotado, estaba parado en un vacío de color amarillo sucio donde no identificaba el suelo de la pared. Sentía que lo miraban con frialdad, ¿de dónde? y ¿quién? , si estaba en una dimensión más hueca que los huesos de un ave.
Aves, la única cosa que podía recordar de su vida, las aves que engullían de algo importante para él, solo que esa parte era una neblina muy gruesa. De tan solo pensarlo se le retorcía el estomago. Pero, ¿cuál estomago? , su cuerpo carecía de uno, tenía un orificio de circunferencia perfecta y en ella posaba algo que le erizo la carne, un ave tan negro como la noche. Parecía estático, como figura de almacén.
Llevo varios días despierto, o quizás semanas, como dije, no recuerdo nada. La verdad no he logrado moverme del mismo sitio. Mis piernas no ceden y me canso a los minutos. El pájaro aun sigue aquí, parece no estar vivo, solo mira a la misma dirección del vacío amarillo. Al cabo de ratos llorando lágrimas de color cenizo sentí que mis extremidades desvanecían, se transformaron en un disparate chorreante. Dolía, admito que dolía, no sé ni entiendo, ¿porque encerrarme aquí y convertirme en un monstro? Pero, ¿quién? o ¿qué? , a veces pienso que es un castigo de Dios. ¿Dije que pensaba?, no, no creo que piense, tampoco creo en Dios. Solo soy quien soy, en este lugar tan frío, húmedo y luego seco, un desierto cambiante sin ver cambios alrededor, un vacío nauseabundo que humilla lo que siento, si es que en realidad siento, ya no recuerdo si alguna vez lo hice.
Llevo varios lapsos de oscuridad y unos pocos con luz, escucho que me muevo y en este momento con mas luz que nunca en mi rostro escucho voces, todo el vacío amarillo con voces, siento que me miran, me observan y re observan, siento pánico, no puedo gritar, me miran de forma sublime, casi desgastándome, pero ¿quién? ¿Quiénes? ¿Qué?
martes, 10 de julio de 2012
{Mi noble purgatorio} por Jonatán Medusa Reyes
Mi noble purgatorio
Hoy llora la luna disfrazada de
llanto hondo llanto, un amor que se encorva
sobre mi tumba orgásmicamente.
Nada existe: las azucenas redondean
lo inimaginable del tesoro escondido
en el jardín de tus ojos
malditos para mi!
Busco flores en los cementerios
para adornar el pelo de la
noche: te vuelves invisible mi Galatea,
sin casi señal, con una lejanía harapienta
que maldigo con todo mi amor…
Hoy me velan en la funeraria
de tus labios, sin ninguna
gravedad que mantenga mi cadáver
aguantado a mi ataúd de oleaje remolino
vía a la condena del más sucio deterioro,
de mi noble purgatorio.
Hoy llora la luna disfrazada de
llanto hondo llanto, un amor que se encorva
sobre mi tumba orgásmicamente.
Nada existe: las azucenas redondean
lo inimaginable del tesoro escondido
en el jardín de tus ojos
malditos para mi!
Busco flores en los cementerios
para adornar el pelo de la
noche: te vuelves invisible mi Galatea,
sin casi señal, con una lejanía harapienta
que maldigo con todo mi amor…
Hoy me velan en la funeraria
de tus labios, sin ninguna
gravedad que mantenga mi cadáver
aguantado a mi ataúd de oleaje remolino
vía a la condena del más sucio deterioro,
de mi noble purgatorio.
{La botanica de dios} por Jonatán Reyes Medusa
La botanica de dios
Suenan los parpados, transmutan las ojeras.
Tomándote, tomando té
Fui a visitarte: solo encontré la noche tendida sobre tu cama, con las estrellas todas regadas entre el incienso de tus pelos caídos,
Se abrió un lagrimal, sonó una campanita, la luz de la lámpara te robo la mesita de noche.
Nunca te rece despierto, nunca me volví incierto, supe como acurrucarme al viento, ese que condena las hojas de mis intentos de viajar a los costados de tu ultramar.
Callo ese grito, gritas en silencio,
Milenarias leyendas de amor
escondidas en las bombillas
de los faroles ventoleros de
serpiente cascabel, dulces de mi soledad.
Suenan los parpados, transmutan las ojeras.
Tomándote, tomando té
Fui a visitarte: solo encontré la noche tendida sobre tu cama, con las estrellas todas regadas entre el incienso de tus pelos caídos,
Se abrió un lagrimal, sonó una campanita, la luz de la lámpara te robo la mesita de noche.
Nunca te rece despierto, nunca me volví incierto, supe como acurrucarme al viento, ese que condena las hojas de mis intentos de viajar a los costados de tu ultramar.
Callo ese grito, gritas en silencio,
Milenarias leyendas de amor
escondidas en las bombillas
de los faroles ventoleros de
serpiente cascabel, dulces de mi soledad.
Salven-me de mí! Que quiero estrujar la realidad, y darle la forma de tu cuerpo
Y coserte el co(razón)…
Tendré que perfeccionar mi canto
Para verte bailar,
Que perfeccionar mis alas para escucharte sonar/timbrar.
Tendré que inspeccionar alba con alma en mano
Para soñarte dormir, entre mis
jardines clandestinos de flores derramadas.
Que desajustar al cielo, que nos
tapa de ver más allá, que hace de nuestro amor
un sueño sin libertad.
Tendré que perfeccionar mi muerte
Para danzarte vivir,
que limpiar los Jazmineros que me robe del carnaval de tus ojos, y puse en venta en la botánica de DIOS.
Tendré que matarme para verte
nacer de las sombra de mis horas trabadas
en la última sonrisa que te vi llorar,
bajo mis parpados morar***
Y coserte el co(razón)…
Tendré que perfeccionar mi canto
Para verte bailar,
Que perfeccionar mis alas para escucharte sonar/timbrar.
Tendré que inspeccionar alba con alma en mano
Para soñarte dormir, entre mis
jardines clandestinos de flores derramadas.
Que desajustar al cielo, que nos
tapa de ver más allá, que hace de nuestro amor
un sueño sin libertad.
Tendré que perfeccionar mi muerte
Para danzarte vivir,
que limpiar los Jazmineros que me robe del carnaval de tus ojos, y puse en venta en la botánica de DIOS.
Tendré que matarme para verte
nacer de las sombra de mis horas trabadas
en la última sonrisa que te vi llorar,
bajo mis parpados morar***
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