Vestida de blanca Azucena que va serena
despojando el olor de luna llena
que entra por tus poros,
haciendo estragos en lo profundo
de la sangre que hierve
y te hace perder el control.
Por dentro soy Rosa roja
con fiebre de Ylang Ylang apasionado,
un Cohitre que alimenta conejos en celo,
sin celos de un Clavel pomposo y hablador.
A mi la elegancia del Lirio Cala me sobra
y la picaresca sonrisa de una Menta fresca
con una pizca de Hierbabuena,
pa que el Moriviví en tu maceta se exalte
y salte por la cuerda floja de una Amapola abierta,
en pétalos abrazados y condenados
a convertirse en flor.
Margarita Africana que exhala
el sudor de una Heliconia viva y erecta,
que no se dobla ante un sol que prende
las hojas de una Parcha, que se enreda
y aprieta pechos en fiebre desbocada,
sin respeto y sin vergüenza como Albahaca
blanca que regala su sabor.
Nopales con espinas descansan
en desiertos pequeños y redondos,
envidiando la Sábila mojada
que cura el deseo
de un Pompón fresco que me mira
con morbo, queriendo vaciar una
Cruz de Malta enrojecida
por labios carnosos
y sin pudor en acción.
Arrodillada como planta carnívora
de Venus, con la boca abierta esperando
un Orégano Brujo verde, verdoso creciendo
Gardenias perfumadas con abono de hormonas
que empujan y sacan a cantazos sangre lechada
de un tallo en resurrección.
Te invito a sentarnos
como enredaderas
en este jardín de plantas ardientes,
sin estaciones que nos congelen las ganas,
sin distancias secas
inundadas de silencios con rostros de Ortigas,
que cortan el tiempo de la naturaleza eterna
de nuestras raíces.
Te invito a esta Hierba forrada de rocío llorado,
y jurarnos con una Violeta alocada
en cualquier temporada,
que sobrevivamos hasta después
de secar nuestro aliento muerto
y marchitemos las hojas
de nuestros cuerpos dormidos,
enterrando Cardos en nuestros ojos ciegos
hasta que se alarguen al sol
Orquídeas de un amor
sin olvido.
[Escrito por Xiomara Ayala Cartagena]
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