Privatizan
los caudales aprobando leyes conspiratorias a una trampa mayor. Siempre
hay una trampa mayor en el orden ontológico de quienes dictaminan
caminos “transitorios”. Caminando recuerdo a una antigua amiga de la
pontificia cuando en las mañanas antes de que el ecuatoriano nos hablara
de Kant y del ahorro de las servilletas en Alemania me hacía siempre la
misma pregunta…, Si Dios creó todo ¿quién creó a Dios? Mi cabeza se
hallaba girando gomosamente por alguna galaxia polvorienta buscando
algún dios. Yo quería estar en medio de la sintaxis para espiar al verbo
en el momentum exacto: ¿tendrá manos? ¿tendrá matriz? ¿fornicará con
otro dios? ¿será un gay espacial? ¿será mujer? Déjate de cosas… Yo no
sabía a qué maldecía cada vez que alguna leprosa rabia me envenenaba la
garganta.
Como
una nave que se hace a la mar. Te diría que hay caminos que llevan más
lejos cuando de pronto intentas hablar y te muerdes la lengua y te
tragas el mismo veneno por la barrera puesta cada cuanto se provoca una
respuesta, siempre ahí tan detenida por un Uno lógico. La causa de
causas de un Ser primero que no fue creado, porque fue quien se pensó a
sí mismo y se hizo sujeto ordenador desde sí hacia ti, en otro momento
anterior a tu aprender de sílabas y a tu oído que recién se acostumbraba
el recitar de los pájaros sin jaula. Siento en los labios un ardor por
un querer sentirme,te,nos,le,la a ver si se viene el mundo encima con
sus historias sofocando posibilidades. El gusto de occidente por
depredarnos nos hace parte de finalidades que no empezamos porque no nos
dejaron. Por una posibilidad: fuimos creadas desde antiguos gobiernos
donde tributamos cada trozo de nuestras mentes. Prohibiendo paladares
nos alejaron de nuestros propios cuerpos. Siempre en movimientos
perfectos sostenimos la suma razón recolectada en tratados de una misma
ficción repetida de hombre a hombre.
Si
me dices a mi, te digo que ese quien no es lo que importa sino cómo,
cómo la noción de caos se tergiversa para empujar un diseño mundial y
cósmico idealizado con un acto original como pretexto de configurar
nuestras partículas a su modo. Con técnicas, leyes, reglas de sociedad,
asecho, normalización y control. Mentes que nos conciben como propiedad,
primero de Dios luego del estado y del esposo. Bienes de servicio, se
naturalizaron roles con tal de que dejásemos en ellos nuestra completa
ambición, apetito y poder, para hacer de estos inocentes artefactos de
repetición, pautas sin el peligro para los poderosos de que pudiésemos
imaginar crianzas distintas que no apabullen ardores de ciencia, fe en
nuestras abstracciones y en nuestra cantera mística adonde transmutar la
química de los valores que sostienen los días. He ahí el vacío que no
llenan las memorias felices ni navidades llenas de abrazos. Dónde hallar
ese sentido de totalidad y plenitud que no colman los cursos de yoga y
neo budismo zen?
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