“No es asco, es verguenza por mirarse en un espejo”
[Gata con Botas]
Había una vez… dos veces, tres veces, etc…, una niña que se comía los
mocos. La masas experimentadas le decían, que cuando lo hacía,
alimentaba una pelota de mocos con pelo en su estómago.
Así las cosas, con el precedente del escándalo ausente de
remordimientos para sí misma, cada vez que la niña sentía la urgencia de
sacarse un pedazo de masa viscosa, miraba a su público, detenía ante
sus ojos el dedo índice de su mano izquierda y pensaba…el dedo con el
cual iba a urgar su nariz, sin duda alguna, era un dedo especial.
No lo pensaba más e introducía la segunda extremidad de su mano
irreverente, en el orificio derecho que albergaba la molestosa resina
mucosa. Sacaba el índice y volvía a colocarlo frente a sus ojos. En ese
momento admiraba su dedo, ahora tenía una especie de sombrero semiduro y
blanco.
Su mente reflexionaba…suspiraba… pensaba en la pelota de mocos dentro
de su estómago y le daba un poco de miedo. La niña volvía a observar su
público, todos y todas abrían sus ojos advirtiendo un futuro reproche,
pero su deseo de saborear el místico manjar que se posaba ante ella, era
más fuerte que el mito terrorista.
Arriba, abajo, al centro y adentro!!!!!!
Rozaba directamente su lengua una ola salada de rebeldía. Una sonrisa
pícara se dibujaba en su rostro, miraba a los presentes, giraba media
vuelta y se iba saltando.
*Especial dedicación a tod@s los comemocos anónimos.
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