sábado, 19 de enero de 2019

POESÍA DE JEFRY LÓPEZ PAGÁN

Marcel Roux (1878-1922), 'The halt of the demons', etching (1904)



Risa Librhe

Antes de formarse el cielo desperté…
Y vi la rosa germinar en ti
tu mirada de pasos cortos delicados en el rostro
de añoranza que descansa en mi quebranto,
pues ninguna prematura fluidez sorprende
a corazones exiliados, solo cuelgan desalados
de atención fundida en libertades.

Desperté y aún no son pareados los colores…
Tu cuerpo a blanco y grises se alineó
con mi horizonte querer la melodía,
el siempre armonizarme en aromas de llamado
que me habite dulce como brazo renacido.

Pero sin casi hablar la rosa no oculta
el cielo parear colores, no oculta el mar
proclamo dignidad a la experiencia del vaivén.
Me despertó tu ausencia, tu dormido
que no ves y siento tranquilo no sé cuándo.

Despertaré…
La rosa sin mundo de distancias mías;
haremos la nueva adivina del agua inocencia
para que estalle su presencia de zorzal espesor
y estilo repetir letrado pavor
que sonría ilusionado.



Pisando el Cielo

Como si escondernos fuera oprimir gaviotas
que la espuma nunca palpa, agacharnos,
morder sombra de migajas y honor
que escurre de mentir y marca piel
nacida con pisadas en la espalda.

Y allí se empozan, resisten
todo caído de lo alto cual excusa
de instantes que humean tocar el suelo
cual perfume de duelo y primera impresión.

Como si escondernos fuera oprimir caras rojas
de no ver con mares en coronas adveradas en vileza
sobre hilos que anudan cervicales de ralezas
para soñar la garantía absuelta de pesares

Y allí se destrozan fingiendo pinturas
fuera del pentagrama que orquesta el salto
de la piedra en el costado con la espuma
hasta oir gemidas las nubes como acorde
a la revolución sin calmas que piensa las alas
en la duna que unió dos islas sin partir el mar.



Estulticia

Lancé un cometa a iluminarme el sendero;
no te vi, no estabas, me fui a grito saber pintar
la misma carencia supresora de mundos, de tensar
mis rodillas cuando quiera un cuándo apalabrando
esclavitud que esconda mantos como nunca.

Y desconocer la babélica palabra donde cultivo
aire gigante para pulmon y sangre de culpas resumidas,
corrije a silbato supuesto cada estómago sin lenguas
de calcar encuentros que maduren la muerte
antes que el tallo de rencores en el pecho.

Pero las semillas se columpian
germinaron de silencio a capullo de piel,
y piel escupida de luz rodar la espalda
hasta volverte la flor que muerdo.

Y si la mirada interpone palabras que obligan,
la estulta salida de llanura oye piedras doctas;
la colmena nocturna se dilata en intrigas;
la inocencia seca todo charco de culpa.

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