William B Leggatt, 'Psyche', grabado en madera (1930) |
Miro los ojos aterrados de la gente,
padrenuestros en la punta de la lengua;
estragos del tiempo.
Miro con imperfección de credo
poesía religiosa.
Dejo escapar mi nombre por si alguien me está buscando.
Pierdo los abrazos,
saludos cordiales lacerados,
abecedarios sin consonantes.
Siempre algo falta,
algo sobra.
Peso albino mira como punto negro en el nada.
La sorpresa y el sobresalto de ver algo oscuro.
Mis sonrisas lamiendo las braguetas del cuerpo,
los disimulos en espera de verme flaquear,
se me nota el hastío.
Labios siempre en ayuna,
famélicos de acidez,
miro de reojo las ganas ajenas tratando de insuflarme ánimo.
Un par de pies sueltan una carcajada enferma.
Voluntad de no llegar.
* * *
“Toca a la mesa siempre hablar del hombre”
Karla Cristina
Sintonía de lo absurdo,
hace ruido para despertarme.
El eco de mis pisadas,
Viacrucis de una mirada que ya no sostengo.
Quiero
la mesa de abuela y a la abuela prestada
Ella besa mi frente como si supiera.
Hoy toca callar al hombre
entre sonrisas mordiendo la resistencia efímera de un cilicio que lacera apaciguado la tradición
las migajas.
No hablaré del hombre.
Sobrevivo lento.
El hombre en mi mesa
Solo uno,
Cansado.
Me falta como las cosas que a penas conozco
Como por ejemplo dios,
la gloria.
Usurpo la mesa de otros para llenarme.
Con algo de menos tendré que vivir.
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