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Louis Legrand, acuarela, il. para el Libro de Horas (1898)
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AZUCENAS PRENDIDAS
Azucenas prendidas
En la cresta
de tus lumínicos versos
Como candelabros, que expansivos,
Invaden mi habitación
desde tu pantalla.
Hoy se encalla mi adormecida nube
En el cielo de tus ojos.
Se embala mi emboscada luna
En el canto de tu fuego.
Como hilo, trenza o maranta
Que hacen nudos en el aire inerte
Que permeo...
Hoy te veo,
como flotante manantial de lirios
Que perfuman mis delirios
Del verdor de lo que anhelo.
Y te creo...
Palpo el polen de tu historia.
Como nave en la euforia,
Tu poesía deslizas
Y caramelizas mi cosmos,
Cristalizas mi espumosa jungla
de sueños calqueados,
Como para conservarlos,
O quizás así lanzarlos y retumbar
en tus querubes andadas.
Tu poesía de seda alambrada
Sonríe lirios y azucenas prendidas
En la negritud de mis días,
En la quietud de mi eco.
Quiero llevar en mi chaleco
Parchos de tus versos,
Estampas de tu risa,
Quiero tejer una capa
Con la hilera néctar de tu vuelo.
Trenzar la pirotecnia
que marantan tus ojazos
Y desafiar cualquier ocaso
Con las azucenas prendidas
que hoy develo.
ENCHUMBANDO GRILLETES DEL ALMA
Esta noche, eres mi Grace Kelly
Y yo, tu Jimmy Stewart
Y esta piscina...
será nuestra ventana trasera,
Nuestra pecera de bullentes peligros,
Fluorescentes errores.
Enchumbando grilletes del alma,
Con la escurridiza llave
de un iluso parpadeo
que se arrima ante el cloro veraniego
y tu tendida candela mojada.
Noche pausada, insolada,
de plateadas estrellas que nos ligan,
desde la inmensa avenida
Del manto aguadillano,
Donde, binocular en mano,
Los roles han cambiado...
Temerosos, en cuclillas,
Entre nubladas rendijas,
Los dioses nos devoran,
Los dioses hoy nos ligan.
Ligan el disecado apetito que ocultamos
Bajo la discreta serenata
De un voyeur árbol de pana
y desafiantes anfibios de la noche
Testigos del derroche de silenciadas
erupciones esquineadas
En un redondel de plástico y fuego.
Ligan, desde lejos,
el tecnicolor en tu boca
Y el bourbon que retocas
Con astral coquetería,
con impaciente antojo.
Ligan el magnético cerrojo
Que desmentimos bajo el agua.
Y este sauna de hirvientes reojos
Que confabulan nuestras ganas...
Entre cuerpos mojados,
Intenciones robadas.
Ellos ligan el torrente que enjambra
La enrisada menta
hacia tu espalda
Y el negro lazo que libera
la psicodelia de tus curvas
Hacia la insomne turba
de mis enyesados deseos.
Esta noche, las estrellas nos ligan
Esperando el beso perfecto,
El apretón mítico,
La pronosticada rumba de meteoritos
cuerpo a cuerpo,
Segundo a segundo,
Desde lo profundo de un jadeo capturado,
De un roce accidentado,
De otro más... premeditado.
Escudriñado sudor frío en las glorietas de tus hombros,
Donde timbra la cáscara de mi viajera esperanza.
Donde alcanzan las brasas de los mutuos reojos,
Donde vibra el cerrojo del pícaro cántaro
que añejamos entre los colmillos del viento.
Donde marinamos inciertos,
Y desnudamos quimeras,
En el solapado destiempo
De otra duda que saluda
y en la grieta del alba,
Titubea, desvanece y se estrella.
QUIERO ESCRIBIR UN POEMA TRISTE
Quiero escribir un poema triste
Pero la pluma me pesa,
Las hojas se enredan, se burlan,
La tinta se esconde,
La musa se funde,
de brazos caídos,
lanza un suspiro
de rodillas, al suelo,
Sobre el colado y derramado tintero
de bourbon y desaires.
Quiero escribir un poema triste,
Y me nacen duendes
Y derrumbados puentes de papel,
Sobre un lago de escombros andantes,
Y carcajadas nauseabundas,
Alfileres crónicos de la élite rotunda,
Despilfarros de aire,
con todo y mascarilla.
Quiero escribir desde la orilla,
Con las colillas,
la empozada lluvia,
el enchumbado hormiguero,
Y el olvidado reguero de vidrio,
víctima del ultimo caco,
Y los tacos abandonados
de un reciente jangueo,
Quiero escribir desde la brea,
que me siente y me entiende
y me palpita al mismo ritmo
y suda el mismo abismo
y es del color de mi esperanza.
Quiero cantar últimas danzas
entre moribundos y erizos,
Y los sangrantes cordales del hechizo
Labrador de mi existencia.
Quiero escribir un poema triste,
Desde la pestilencia
De una arrodillada musa,
Desde la intrusa soñolencia
que encaracola este verano.
Pero la mano me pesa,
El alma me pesa,
Y me pesa este aljibe de cenizas
y descarado desgano.