domingo, 23 de diciembre de 2018

POESÍA DE EMMANUEL RODRÍGUEZ RIVERA




A Emil
Hombre grande,
cuerpo fuerte y rudo,
con corazón de perfume
y pétalos extintos.

La relatividad de su finides
es igualada a una pluma de  ave ligera,
el caer de su muñeca,
tiempo que se estrella.

Sonrisa que esconde lágrimas en los labios
deseando ser besado, por un alfa amado.
Víctima de los años, prisionero de la historia,
es el espejo su discordia, luchando por un amor
que no será alcanzado.

Junto a ti he llorado,
amigo no caigas en el pasado
sigue luchando por el futuro
el cielo será alcanzado.

La felicidad es un tesoro,
por el cual todos rezamos.
Aunque la iglesia sea tu enemigo,
Dios te ha creado.



Baile

Tatuada en mi piel está la playa oscura
donde el Sol se negó y la luna tuvo la fortuna.
Nuestra piel lloraba en fiebre fría
las horas dormían, mientras la pasión táctil florecía.

Encuentro tus ojos solicitando el baile.
que desató una silenciosa sinfonía
¡Oh baile! como este, no hay baile
baile nuestro, baile de caricias.

Se apresuró el baile llenando en ti, un Haití en llanto.
Dulce miel cubre el canto
cantar sin ningún espanto.

El canto del aire, pidió no más baile
El baile acabó
aunque  no haya terminado el baile.



Mi Mona Lisa

Según el gusto recorre los poros
a un paso relajado e intrigado
la monarca exige un juicio fuerte y sin piedad alguna
con garras de la vida
inmoviliza la cintura.

Sobre tu estructura la gravedad abanica el peso
el hierro en fragua derramando los quemados
entre aplausos mojados, las uñas componen los siglos
el reflejo de la luz absorbe los suspiros.

Como serpiente bajo las sábanas
elevo el rio
mientras el algodón captaba el vino tinto
se abrían cofres escondidos
entre un silencio total y relámpagos mudos
invaden vocales con golpes que estillan.

Provocando el verbo
creando poesía
mi Mona Lisa
el marco son mis caricias.

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